domingo, 28 de enero de 2018

La dictadura del capital

Democracia, la palabra que algunos sectores no paran de usar. Pero, ¿verdaderamente saben el alcance de dicho término? ¿Saben ellos, realmente, qué es la democracia?
Vamos a comenzar con lo más simple: etimológicamente, democracia significa el poder del pueblo (demos = pueblo, kratos = poder). Sin embargo, ¿existe realmente el poder del pueblo al día de hoy, en el Siglo XXI? Y la respuesta que vamos a dar es absolutamente sencilla: no.

Hoy en día, la democracia ha sido reemplazada. Aunque se utilizan diversas teorías y nomenclaturas para hacer referencia a esta situación fáctica de poder en la que vivimos, la realidad es que el poder no es del pueblo. Hoy, el poder, no se sustenta realmente ni en la Constitución, ni en leyes nacionales, ni en ningún sistema de legalidad. El poder, en su sentido clásico del derecho político (es decir, como una relación de mando y obediencia), descansa únicamente en la voluntad difusa y errante del capital.
En la fase actual del sistema capitalista, donde conocemos un orden en el cual imperan las empresas multinacionales, podemos afirmar que el dinero está por encima de cualquier otro fundamento de poder.

No vamos a soslayar que, al día de hoy, seguimos utilizando el término democracia incluso quienes ya afirmamos que no vivimos en una. ¿Por qué? Porque hoy no utilizamos la susodicha nomenclatura de forma positiva, sino negativa: la utilizamos para explicar aquello que no es un estado de excepción, es decir, prácticamente como contraposición a las dictaduras genocidas y títeres del poder de occidente de las cuales tenemos un conocimiento empírico muy real en América Latina.
Pero lo central es que podemos aseverar que la democracia, como término propio de la teoría y la praxis política, ha perdido su significado. Parafraseando las palabras más famosas de Nietszche, en Así Habló Zaratustra, el poder del pueblo ha muerto.

Rancière, filósofo que fue discípulo de Althusser, emplea el concepto de “posdemocracia”. Esto implicaría que “el pueblo desaparece de la escena política y su rol y peso en la toma de decisiones es sustituido por una élite corporativa de clase y tecnocrática, donde la soberanía del pueblo es reemplazada por la soberanía y el poder de mercado”.
Y así como en el concepto de “posverdad” no existe una verdad objetiva, sino que la misma es construida por quien busca instalar su discurso, en el concepto de “posdemocracia” de Rancière no hay una democracia real y objetiva, sino que esa democracia es la que instala esa élite corporativa de clase y tecnocrática a la cual hace referencia el filósofo.

De un mero razonamiento lógico podemos deducir que, si la democracia es el poder del pueblo, en la posdemocracia (donde el pueblo desaparece de la escena política) la democracia ha dejado de existir. Y esto es lo que vemos hoy en occidente: un sistema de poder de facto donde la idea misma del proceso electoral ha dejado de tener sentido ya que es imposible acceder a los puestos de poder sin el apoyo de los detentores de los grandes capitales, que habitualmente actúan a través del poder mediático o, como estamos viendo cada vez más en Latinoamérica, a través del Poder Judicial.

Si vamos al ejemplo de Estados Unidos, el país “líder del mundo libre” según la propaganda instalada culturalmente en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y la posterior dicotomía de la Guerra Fría, nos encontramos con un sistema bipartidista donde es imposible acceder al poder a través de elecciones sin el apoyo de la estructura burocrática de alguno de los dos partidos dominantes, que a la vez son sustentados básicamente por los distintos detentores del capital.

Y de hecho, podemos ver que no es gratuito apartarse del ala del capital que gobierna con mano dura. Aquello que los medios de comunicación nos mostrarán como medidas ciertamente progresistas cuando sean llevadas a cabo por la dictadura reinante en Arabia Saudita (país donde se impone penas graves a quienes se expresen públicamente contra el régimen), serán expuestas como propias de un régimen feroz cuando sean llevadas a cabo por el gobierno de Irán. Claro, es que en verdad la democracia no importa: lo que importa es que Arabia Saudita es aliado fundamental de Estados Unidos en Medio Oriente, e Irán no lo es.
La democracia dejó de importar hace mucho, porque su régimen ya ha sido depuesto. Y no es que el gobierno iraní sea propio de un Estado de derecho, sino que la razón para que sea criticado no pasa por ahí: si Irán es vilipendiado en los medios occidentales se debe a que su alineamiento político no está con el capital que manda fácticamente en este lado del mundo.

Y fuera del ámbito de la política nacional e internacional, podemos incluso pensar en las relaciones de mando y obediencia en diferentes ámbitos de la vida privada de las personas.
Si pensamos en las razones por las que una persona en relación de dependencia debe responder a las directrices de la dirección de una empresa, las mismas se fundamentan únicamente en que una de las partes tiene el capital. Y la parte que tiene el capital puede restringir de forma casi absoluta la libertad de la parte que no lo tiene: si quien trabaja en relación de dependencia no hace caso a lo que le es dictado, perderá su fuente de trabajo. Y si pierde su fuente de trabajo, estará comprometida su subsistencia como persona humana.
¿Y en base a qué puede una parte decidir sobre la libertad y la subsistencia de un ser humano? En base a que cuenta con el capital como fundamento irrevocable, y el capital puede dictar. Quien goza del capital es libre para decidir, incluso, sobre la existencia o no de otros seres humanos. ¿Existe un poder más grande que ese? Y ese poder, ¿tiene algún sustento en la voluntad popular o es meramente fáctico? La respuesta no parece ser demasiado complicada.

El Papa Francisco, en su profunda crítica al sistema capitalista, va incluso más lejos y habla del “terrorismo del ídolo-dinero”. Este ídolo, según Francisco, gobierna con el “látigo del miedo” y constituye un “terrorismo básico” del cual “se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de Estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso”.
¿Puede acaso alguien negar que el capital actúa mediante la creación de terror? ¿En qué se funda la decisión de una persona de restringir su libertad en el ámbito del mercado (que, al ser la norma por antonomasia, gobierna en los demás ámbitos de la vida) y someterse a las decisiones que tome una dirección constituida por personas a las cuales ni siquiera conoce? La respuesta es simple: el terror. ¿Por qué? Porque si no obedece, puede perder su fuente de trabajo, y si pierde su fuente de trabajo, es probable que no tenga con qué subsistir (y, al no poder subsistir, tampoco podrá hacerlo su familia que depende de ese ingreso). ¿Acaso esto no genera terror? Cualquier trabajador que haya sido despedido o esté en riesgo de serlo podrá explicar sus sensaciones al respecto y dar una respuesta certera, la cual en mi caso me reservo para mi persona.

Entonces, ¿de qué democracia se puede hablar? ¿De qué libertad se puede hablar si la subsistencia personal como ser humano depende de la lógica de lucro de alguien que posee el capital? ¿Puede existir alguna libertad si la consecuencia de no seguir una directiva empresarial es la retaliación consistente en la ausencia de una fuente de subsistencia? Con precisión estamos en condiciones de afirmar que no.

Así las cosas, estamos en condiciones de reinvidicar el concepto de posdemocracia tal cual es planteado por Rancière: la democracia de la que habla occidente no es otra que la que construye como tal mediante el discurso, dejando la significación etimológica de “poder del pueblo” como un significante vacío, o quizás, como un concepto contenedor, que contendría entonces algunas nociones de la polis griega que serían más propias de la prehistoria que de nuestra realidad o los delirios de algún idealista que cree en una sociedad igualitaria donde todo ser humano tiene una dignidad inalienable con independencia de sus posesiones materiales.

No tememos, nuevamente, en relacionar los conceptos de posverdad y posdemocracia, porque esta última es parte de la primera. El significado real de la democracia fue obliterado y reconstruido con el fin de asegurar el gobierno fáctico del capital tras una fachada pluralista. Y esto puede ser ingresado fácilmente en la idea de posverdad, donde la verdad (en este caso el significado etimológico de democracia, poder del pueblo) ya fue también destruida y reconstruida con el objeto de asegurar que el poder no sea un instrumento de liberación para el 99% menos rico de la humanidad.

Así y todo, es necesario seguir utilizando el término “democracia”. Pero es momento de dejar de usarlo como simple oposición a una dictadura de rasgos fascistas, y es momento de volver a pensarla como el poder del pueblo, en el más amplio sentido de su raíz etimológica.
Y hay una sola forma de volver a darle significado a la democracia: esa forma es demoler definitivamente el poder del capital y deconstruir su posdemocracia. Demostrarles que el pueblo es profundamente demócrata, pero lo es en serio, y no va a aceptar esa farsa que construyeron para proteger sus fortunas y reproducirlas mediante el “látigo del miedo”.


Lo que se dice una democracia en serio. 

-Por Ezequiel Volpe.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Catalunya: es hora de la Tercera República.

Estamos viviendo días muy importantes en lo que respecta a la política española. Catalunya, luego de haber celebrado un referéndum de autodeterminación el día 1º de octubre, ha declarado unilateralmente la independencia en el Parlament.
Los partidos que han apoyado la DUI son los catalanistas, más allá de sus orígenes ideológicos. El procés, y esto se vio reflejado en los sucesos que acontecieron en el Parlament, tiene la peculiaridad de haber unido estratégicamente a sectores muy diferentes del nacionalismo catalán. Así las cosas, en Junts pel Si (Juntos por el Sí, coalición que está el frente del govern), podemos encontrar una diversidad de posturas: tenemos dentro de esta coalición tanto al PDECAT (Partit Demòcrata Europeu Català), partido del catalanismo burgués de donde proviene el President Puigdemont, y también encontramos a un partido que, en lo social, parece estar en sus antípodas, el cual es Esquerra Republicana (Izquierda Republicana).
Así las cosas, nos encontramos con un catalanismo que se encuentra unido en cuanto a la lucha independentista pero dividido en cuanto a posicionamientos respecto a asuntos económico-sociales. Asimismo, dentro del bloque independentista del Parlament, encontramos a la CUP (Candidatura d´Unitat Popular), partido anticapitalista que no forma parte de la coalición Junts pel Si. Entonces, podemos encontrar que, aquello que representa unidad respecto al procés, se puede convertir en una gran discordancia interna a la hora de realizar un proceso constituyente catalán, tal cual lo previó la ley de transitoriedad jurídica anulada por el Constitucional español.

Pero creo que el camino catalanista no es el más feliz de los posibles. Luego de los años de represión brutal y sangrienta de la dictadura fascista franquista y tras un régimen como el del 78 que aseguró la impunidad de los criminales internacionales, Catalunya se ha propuesto buscar la independencia respecto al Reino de España. Sin dudas, en esto tuvo una gran influencia la declaración de inconstitucionalidad de varios artículos del Estatut de Catalunya, que había sido votado por el pueblo catalán, y preveía una relación de mayor autonomía de la comunidad autonómica en cuestión con respecto a España.
Podemos afirmar sin ambages que los sectores monárquicos y conservadores del espectro político español son los grandes responsables de la situación de ruptura en los Països Catalans. Primeramente, nos encontramos con la represión franquista que incluso prohibió la utilización del idioma catalán, una de las seis lenguas neolatinas y que es hermana del español. Luego, de forma más cercana en el tiempo, la invalidación del Estatut por parte del tribunal constitucional español representa un hecho fundamental en la exaltación del nacionalismo catalán.
Ante todo intento de diálogo por parte del catalanismo, ya sea burgués o proletario, la respuesta por parte del Estado español fue la censura de cualquier clase de debate abierto. Esta represión sistemática pasó de ser meramente formal a ser violenta cuando el Govern Català de Puigdemont convocó a un referéndum de autodeterminación el pasado 1º de octubre.

Pero debemos dejar algo en claro: que el procés surja como respuesta a la actitud históricamente fascista del Estado español ante el pueblo catalán no quita que la independencia no es el camino a seguir. La respuesta ante la monarquía rancia (que sirve de sustento al neoliberalismo que ejerce el PP posfranquista desde el gobierno) debe ser la declaración de una República. Pero no una República Catalana, sino la Tercera República Española.
No debemos olvidar que la Segunda República fue derrocada tras una sangrienta guerra civil que siguió al golpe fascista de Franco, vulnerando así la Constitución social de 1931 que fue elegida para la República Española.
Si el catalanismo busca efectivamente la ruptura con el Régimen de impunidad que impera en España desde 1978, el camino no es la balcanización de los diversos pueblos de la Península Ibérica. Más bien, el camino está en la unión de los distintos pueblos que hoy componen el Estado Español, pero no una unidad sellada a fuego por la imposición de una nación sobre las demás. El camino es la declaración de la República Federal y Plurinacional en reemplazo de la monarquía imperante en España que constituye un resabio del medioevo.
En una República Federal y Plurinacional se tendrá el espacio necesario para debatir las prerrogativas de las diferentes naciones integrantes con un gobierno federal que respete la riqueza cultural y lingüística que hace a la Península Ibérica un espacio geográfico tan especial.
Por eso, el llamado debe ser otro. No declarar la independencia de Catalunya, sino llamar a la unidad de todos los pueblos que componen hoy el Estado Español, y reconociendo su plena soberanía, alcanzar un gobierno plural y con una democracia de alta intensidad, diferente a la que impera hoy, donde el Jefe de Estado no es elegido por absolutamente nadie.

Sin embargo, más allá del deseo de que Catalunya permanezca unida a España de un modo democrático, sería contradictorio afirmar lo anterior sin reconocer el legítimo derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, con sustento en tratados como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Ya no puede haber dudas. El camino es la unidad plurinacional hacia la reinstauración de la República social derrocada por el golpe fascista.
Es momento de plantear una Catalunya, con la riqueza literaria, lingüística e histórica que la caracteriza, integrada a una España realmente democrática. Y para declarar la Tercera República, Catalunya debe estar también en la lucha. Y fundamentalmente, debe decir presente el pueblo trabajador catalán, ya que no se podrá construir una República caracterizada por los derechos sociales si se imponen los sectores burgueses del catalanismo, cuyos intereses claramente son otros.

-Ezequiel Volpe.



sábado, 2 de julio de 2016

Llegó el invierno - Por Sebastián Rusalen.

Cuando veíamos por televisión desde Occidente los sucesos de la Primavera árabe pensamos que una nueva vida les llegaría a esas personas que habían sufrido décadas de dictadura y opresión. Cómo nos equivocamos. A una ola de protestas populares coloridas y llenas de vida como la primavera, le siguieron violentos conflictos intensos como el verano, y luego los sueños de un futuro fueron desapareciendo como las hojas en los árboles del otoño, para llegar a un período donde se hace lo imposible para sobrevivir, como el crudo invierno.
El concepto de “Invierno árabe” fue creado por académicos para señalar lo que vino después de los sucesos de la Primavera árabe, pero… ¿Qué vino después?

En Egipto, tras el derrocamiento del dictador, se convocaron elecciones, que le dieron la presidencia a una facción islamista. Con el pasar de los meses, el nuevo mandatario comenzó a atribuirse poderes que no le correspondían con el fin de ajustar la constitución a la ley islámica. Protestas a favor y en contra estallaron, con muertos y heridos incluidos. Todo parecía haber vuelto al principio: el pueblo se manifestaba en contra de un gobernante autoritario. Pero la cosa estaba por empeorar. Cuando el resto del mundo veía el inminente inicio de una nueva guerra civil en Medio Oriente, los militares derrocaron al mandatario y dieron la investidura al presidente de la Corte Suprema de Justicia para que llame a elecciones, en las que curiosamente triunfó el general que lideró el golpe con más del 90% de los votos. Para ensombrecer más aún el panorama, grupos adeptos al Estado Islámico y a Al-Qaeda comenzaron a operar en el oeste del país.

En Túnez, luego de que el pueblo obligue al dictador a renunciar, y haga lo mismo con el gobierno provisional que vino después, cuyo objetivo era básicamente continuar con el régimen con un liderazgo distinto, se invistió a un nuevo presidente democráticamente. Éste, increíblemente, terminó su mandato, y la magistratura pasó a otra persona sin golpes de por medio. Cuando estábamos por descorchar el champagne, recibimos noticias aterradoras. Túnez comenzaba a ser blanco de atentados del Estado Islámico. Para este pequeño país uno de los pilares de la Economía es el turismo. El dinero que dejan los extranjeros al bañarse en sus playas, visitar las ruinas de Cartago o pasear por la capital es un ingreso importante para el Estado. El miedo que provocaron los atentados perpetuados causó que las empresas de cruceros del Mediterráneo que antes tenían a Túnez incluido en su recorrido, lo reemplacen por otros destinos más seguros. Occidente, en vez de ayudar, nuevamente abandona a su suerte a las naciones más débiles, con plena conciencia de sus actos. Con la disminución del turismo, va a entrar menos dinero al país, lo que va a golpear de lleno con la calidad de vida de sus habitantes. Si la pobreza y la exclusión se multiplican, se creará un semillero donde los grupos como el Estado Islámico van a reclutar combatientes, entrando en un círculo vicioso de muerte y destrucción.
Como lo dice su nombre, la Primavera Árabe surgió en los países cuya población pertenecía al grupo étnico de los árabes. Pero muchos de estos Estados eran cercanos a otros que, aunque musulmanes, no eran habitados por árabes. Un ejemplo de ellos es la República de Malí.

Malí es una ex colonia francesa cuyas fronteras, al igual que el resto de los países del continente, fueron trazadas a ojo por los europeos, sin tener en cuenta diferencias culturales ni de ninguna índole. El 90% de la población es musulmana, pero su población no es igual de homogénea si hablamos de las etnias que la componen. El país está lleno de minorías, entre ellas la de los tuareg. Los tuareg son un pueblo nómade que habita el norte desértico de Malí, conocidos por vestirse de azul y luchar contra Jean Claude Van Damme en la película “Legionario”. Oponiéndose constantemente a la dominación colonial francesa, éstos esperaron que, al retirarse los europeos, se les permitiese formar un Estado nacional junto con otros grupos de la región. Luego que Malí se volviese un país independiente y el sueño independentista no se concretase, estos protagonizaron sucesivos alzamientos en busca de autonomía. Después del desmadre que significó la muerte de Gaddafi en Libia (tema del que hablamos en el artículo sobre los refugiados), una gran cantidad de armamento comenzó a circular por la región, llegando a manos de los tuareg, que proclamaron su propio Estado independiente. Como pasó en Siria, a los grupos que luchaban por la liberación política se sumaron otros que querían imponer un Estado islámico, y éstos terminaron desplazando a los independentistas tuareg e imponiendo la ley islámica en las tierras controladas. Además, en el medio del conflicto, el gobierno maliense fue derrocado por militares. ¿Y el resto del mundo qué hacía a todo esto? Los países vecinos en primer lugar amenazaron a los golpistas con un bloqueo económico, lo que los forzó a llamar elecciones. Una vez que Malí estuvo nuevamente gobernada por un presidente “democrático” (¿qué tan democráticas son unas elecciones donde medio país no vota porque o quiere separase o está luchando o murió?), éstos intervinieron junto con Francia y reconquistaron todas las tierras a los fundamentalistas, que continúan haciendo ataques esporádicos, al igual que los tuareg.

Y así muchos otros países que cometieron el pecado mortal de compartir una frontera con algunas de estas naciones, como Líbano y Argelia, se ven afectados por el terrorismo, el temor a convertirse en una base de operaciones del Estado islámico, los brotes de fundamentalismo, la falta de un gobierno central fuerte y el aluvión de refugiados. Todo mientras los países occidentales se tornan cada vez más aislacionistas, con políticos que quieren restringir la entrada de personas a sus fronteras ya sea con una visa o con un muro. Y todo esto por la Primavera árabe. Tal vez esto nos ayude a aprender que no todo cambio, por más risueño y bienintencionado que parezca, no siempre es para mejor. Que siempre, por mal que estemos, podemos estar peor.

viernes, 24 de junio de 2016

#Brexit ¿Por qué afuera? - Por Ezequiel Volpe.

En el día de ayer, la mayoría (alrededor del 51%) de los británicos decidió que el Reino Unido deje de pertenecer a la Unión Europea. Luego de una campaña que tuvo a los dos principales políticos ingleses en el mismo bando (Cameron y Corbyn, ambos a favor del “remain”, o sea, permanecer), finalmente la mayoría del pueblo decidió tomar otro rumbo. Pero un fenómeno de esta envergadura no se puede explicar sin analizar el contexto en que se da. Hacia ese objetivo vamos.

¿Qué puede llevar a los británicos a tomar una decisión como esta? ¿Cómo puede ser? Más aún cuando los líderes conservadores y laboristas llamaron a la ciudadanía a no dejar la Unión Europea. Probablemente, la respuesta haya que buscarla en los motivos por los cuales algunos sectores quisieron impulsar el Brexit.

En un principio, puede sonar raro que un candidato laborista, que hasta se ha pronunciado a favor de negociar la soberanía de las Islas Malvinas, haya hecho campaña a favor de permanecer comandado por la troika, que viene realizando desastre tras desastre en el viejo continente. Pero nuevamente, y al igual que en el párrafo anterior, deberemos pensar que parte de la respuesta hay que buscarla en los motivos de quienes quisieron decir “leave” (irse).

Y entonces, ¿cuál es el espíritu que fomentó el Brexit? Desde ya, habrá que dejar en claro que el movimiento que abogó por la ruptura con la UE tiene un fuerte contenido xenófobo y anti-inmigración. El pensamiento general de quienes hicieron campaña buscando la escisión es que la Unión Europea es muy permisiva en cuanto a la política sobre los refugiados, incluso cuando permite sin inmutarse que cientos de personas mueran a diario en el Mediterráneo y en el Egeo.

Esto claramente explica por qué sectores de centro-izquierda y de la derecha liberal fueron totalmente reticentes a la idea de que Gran Bretaña deje la Unión Europea. Está más que a la vista que los líderes que llevaron al Brexit lo hicieron con una marcada inclinación fascista, lo que es un fenómeno muy preocupante que se está expandiendo.

Pero entonces, deberemos pensar ahora cuáles son los motivos de esta ola neo-fascista que invade Europa y, de hecho, hace también eco en los Estados Unidos.
Si bien no queda ninguna sobre cuáles son las ideas retrógradas de Donald Trump, Marine Le Pen, Amanecer Dorado o Nigel Farage (siendo este último gran impulsor del Brexit y un gran xenófobo anti-inmigración), es fundamental pensar en qué lleva a la ciudadanía de los distintos países a apoyar candidatos de esta índole.

Y muy probablemente la respuesta haya que ir a buscarla a las políticas de recorte, austeridad y miseria que viene llevando a cabo la dirigencia de la Unión Europea en los últimos tiempos. La troika ha obligado a ajustar a Grecia para no dejarla al borde del colapso y la falta de liquidez y ha intentado e intenta aún imponer una reforma laboral en Francia que encolerizó a los trabajadores que aún permanecen manifestándose contra la misma. Y no debemos olvidar los salvatajes llevados a cabo en la crisis financiera mundial de 2008, la cual dejó a la banca más fuerte que nunca y a los trabajadores de los distintos países sufriendo el ajuste de los gobiernos que buscaron sostener a sus bancos transfiriendo recursos, quitándolos a los sectores más vulnerables.

Hay una tendencia que parece sostenerse en los países que se ven afectados por los desmanes que generan las políticas económicas de la troika, y es que en todos ellos van apareciendo lentamente dos opciones al sistema ajustador reinante: una de centro-izquierda y otra inclinada hacia el fascismo.

Pondremos algunos ejemplos, como Grecia que ha visto irrumpir a Syriza como agrupación progresista pero también ha visto cómo los neo-nazis de Amanecer Dorado obtuvieron una gran cantidad de votos en los comicios. Se puede hablar de Francia también, que tiene a Marine Le Pen con su retórica fascista peleando el poder y del otro lado surgen las manifestaciones izquierdistas contra la reforma laboral. Podemos hablar de Estados Unidos también, donde por un lado aparece Bernie Sanders con un discurso que es cuasi-revolucionario para el país del Tío Sam y por el otro aparece Donald Trump, quien ha manifestado su alegría por el triunfo del Brexit en Gran Bretaña (y seguramente ha sido debido a que es un resultado que acompaña su discurso xenófobo).

Así las cosas, podemos decir que Europa se ve gobernada por los mismos tecnócratas del Fondo Monetario Internacional que han hundido a los trabajadores de varios países en duras crisis durante los últimos años. Pero también podemos observar con claridad cómo hay cierto hartazgo en la sociedad, y ese hartazgo está llevando a la población a buscar alternativas. Las opciones aparecen cada vez más inclinadas hacia los extremos, pero ambas significando una crítica absoluta al sistema económico imperante en el viejo continente.

Sin dudas representa un gran riesgo el avance de los sectores fascistas en los polos de poder del mundo, y parece cada vez más necesario frenarlos para evitar que se retroceda aún más de lo que ya se ha retrocedido durante los últimos ajustes que han lastimado a los pueblos europeos (y también al estadounidense).
El Brexit puede llegar a representar dos cosas, pudiendo resultar una positiva y una negativa. La positiva podría ser un llamado de atención a la dirigencia europea, que tiene ante sus ojos la oportunidad de ver que el sistema que buscan imponer solo ha traído hambre y miseria, y los pueblos europeos están expresando (aunque de diferentes maneras) el hartazgo que les genera el sistema de exclusión. Y la negativa podría ser la confirmación del avance neo-fascista en Europa y en el mundo, lo cual representa un riesgo aún incalculable al día de hoy.

El futuro de Europa es una incógnita, y el Brexit no hace más que sumar otro factor a la incertidumbre reinante. Mientras tanto, deberemos seguir observando cuál de las tendencias que se van impulsando será la que prevalezca en el viejo continente. 


domingo, 1 de mayo de 2016

El pueblo francés contra la troika. Por Ezequiel Volpe

Durante los últimos días, Francia se ha visto envuelta en un conflicto de grandes dimensiones que involucra a gran parte de su pueblo trabajador. La furia contra el gobierno de François Hollande se ha apoderado de las calles parisinas y el movimiento obrero reclama por sus derechos, otrora consagrados.

Los franceses decidieron salir a las calles. La propuesta de reforma laboral llevada a cabo por el gobierno “socialista” del Presidente Hollande ha causado un absoluto rechazo en el pueblo galo. El proyecto de ley de reforma laboral es una grave afrenta hacia los derechos de los trabajadores en el país del glamour.
Sin embargo, el deleznable proyecto no es obra de una mente contraria a los intereses populares a cargo del Ejecutivo, sino que obedece a las instrucciones recibidas desde Bruselas, sede de la Comisión Europea. La troika permanece a la ofensiva, y es evidente que en el gobierno de Hollande encontró un aliado estratégico para aplicar sus políticas tendientes a la impunidad empresarial.

Y no es casual el último término empleado en el párrafo anterior: “impunidad empresarial”. No es casual ni mucho menos, ya que en gran parte es eso lo que prevé la reforma laboral en ciernes en tierras galas.
Según ha publicado hace pocos días el diario “El País” de España, el proyecto “admite los despidos colectivos, con indemnizaciones rebajadas, por dificultades económicas de las empresas”. 

Sin ningún lugar a dudas, esta cláusula planteada tiene la significación indudable de entregar un cheque en blanco a cualquier empresario de mala fe que busque desprenderse de sus trabajadores para asegurar las inmensas ganancias que puede llegar a obtener la empresa abaratando costos. Claro está, siempre desde la triste perspectiva de que un ser humano es un costo…

Es en este contexto que el pueblo de Francia decidió salir a la calle para poner un freno a este avasallamiento. Se puede afirmar sin hesitar que, sin la preocupación y participación de los ciudadanos franceses, la troika no tendría ningún problema en seguir aplicando su plan de flexibilización laboral y miseria.

Igualmente, los franceses no serían los únicos afectados por las políticas que ha decidido llevar adelante la dirigencia europea para dominar a los países que componen la UE. Anteriormente, las garras de la troika ya se habían posado sobre países como Grecia o España, que se vieron sumergidas en la miseria económica a la cual se ingresó por medidas de esta índole.

No es casual que los griegos se encuentren en un ciclo de endeudamiento permanente, del cual no tienen posibilidad alguna de escapar debido a las extorsiones llevadas a cabo por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
Cuando Alexis Tsipras, de Syriza, asumió el control del gobierno en el país helénico, su intención primera fue cesar en el pago de la deuda externa que ataba (y ata) de cabo a rabo a Grecia. Esto se evidenció con un referéndum que fue noticia a nivel mundial. En el mismo, las opciones fueron las ya olvidadas “Nai” y “Oxi”, refiriéndose estas a la afirmativa o a la negativa por ceder antes las presiones de la troika, respectivamente.

Aquel referéndum tuvo como resultado la negativa del pueblo griego a sostener el pago de los compromisos de deuda adquiridos por anteriores gobiernos tecnócratas (lógicamente, muy afines al FMI).

Sin embargo, en esa ocasión las extorsiones de la troika fueron infalibles: Grecia estuvo a punto de quedarse sin liquidez debido a que las autoridades europeas no le enviaban dinero por obra de la insubordinación a las políticas económicas coercitivas.
En esta coyuntura es que finalmente el Primer Ministro Tsipras terminó cediendo a la presión y finalmente se mantuvo dentro de la esfera de control de la burocracia europea, adquiriendo un nuevo empréstito para financiar por enésima vez la deuda usuraria que seguirá teniendo atado al pueblo helénico de pies y manos. En Grecia, todo deja entrever que será cuestión de tiempo para que una nueva crisis ataque al país, ya que las recetas del FMI siguen siendo las mismas: la idea de la subordinación eterna. Esto será tratado con mayor profundidad en notas venideras.

Por otro lado, tenemos a España. En la anterior nota de este sitio pudimos ver cómo el país ibérico es gobernado por el Presidente Mariano Rajoy, otro alumno de honor de la troika.
Y como buen alumno que es, el señor Rajoy ha aplicado en los últimos años en España la misma receta que no obtuvo buenos resultados en ningún lado. O por lo menos, en el bolsillo de ningún trabajador.
Hoy en día, en la Madre Patria alrededor del 50% de los jóvenes permanecen desempleados, generándose una situación que no se aleja de las características reinantes en el resto de Europa.

En este contexto regional es que se enmarca el intento de reforma laboral propulsado por la troika en Francia. Y al igual que sucedió en Grecia y España, las políticas económicas dominantes han tenido como contrapunto resistencias férreas que buscaron evitar la pérdida de dignidad de las clases medias y bajas.

Así las cosas, en Francia está apareciendo un gran movimiento que en los últimos días se ha enfrentado en reiteradas ocasiones con la policía que responde a Hollande. Este movimiento guarda enormes similitudes con el del 15 de mayo de 2011 en España (los indignados) o con las manifestaciones en Grecia que derivaron en la aparición de Syriza y su posterior irrupción en el poder.

En los últimos tiempos, Europa está viendo el nacimiento de movimientos políticos que –más allá de sus luces y sombras- están apareciendo como reacciones al hartazgo común de las clases medias y bajas europeas contra el sistema político y económico reinante.
Así, en los últimos tiempos hemos visto la aparición de Podemos y de Ciudadanos en España (aunque este último sea neoliberal), la ya mencionada aparición de Syriza en Grecia o la irrupción de sectores de centro-izquierda en el gobierno de Portugal.

Es en este marco regional donde debemos analizar entonces las pujas en Francia entre los sectores del pueblo trabajador y la casta dirigencial que permanece subordinada a la troika y su esquema de miseria que no para de extenderse por el antiguo continente.

Los resultados posibles en Francia –aun ante el temor de caer en un mero binarismo- entonces serían dos: 1) el fortalecimiento de la troika y de sus políticas de ajuste o 2) el nacimiento de una nueva corriente en el país galo, que guarde similitudes con las de otros países europeos, la cual tenga su fuente en el hartazgo popular.

Por todos estos motivos entonces, se puede afirmar sin ambages que lo que está sucediendo en Francia puede llegar a ser fundamental para el rumbo económico que tome Europa en los próximos años. Se están viviendo momentos trascendentes, y sin dudas, el futuro es una incógnita.

Desde este espacio, las conclusiones deberán ser las siguientes: en primer lugar, es menester que los sucesos se lleven a cabo sin ningún tipo de violencia, respetándose la libertad de expresión de todos los sectores y absteniéndose el Estado Francés de usar la represión contra los manifestantes (algo que lamentablemente ya ha sucedido, dando origen a varias escaladas).
Y en segundo lugar, ante todo este conflicto, es fundamental respetar la primacía de la dignidad humana. Y en este sentido, hay una conclusión a la que se parece arribar por antonomasia: las políticas económicas de la troika no hacen más que obliterar esa tan añorada y amada dignidad. 


lunes, 25 de abril de 2016

España y el “problema” de la legislatura plural. Por Ezequiel Volpe

Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 dejaron a España en una situación que nunca antes había conocido de forma tan clara: por primera vez, la polarización del poder en manos del PP y del PSOE no es absoluta, sino que aparecieron nuevos movimientos que pusieron en jaque ese dominio que parecía perenne. La coyuntura política no es la misma que venía siendo desde los tiempos posteriores a la muerte del nefasto Francisco Franco, y así las cosas, ponerse de acuerdo parece una quimera.

Indignados. Esa palabra dio la vuelta al mundo de habla hispana luego de las manifestaciones del 15 de mayo de 2011 en España. En aquel momento, un grupo de personas decidió alzar la voz contra la rancia hegemonía bipartidista y la situación de un país controlado por la corrupta casta dirigencial y las corporaciones. 
Ese movimiento fue el que puso en jaque, sin que quede del todo evidenciado en aquel entonces, el esquema político que hasta ese momento había estado vigente en el país ibérico.

La conjunción de un pueblo agotado y de un grupo de dirigentes jóvenes dio nacimiento a lo que terminaría siendo una elección histórica que dejaría a España inmersa en un nuevo mapa, uno que nunca había terminado de conocer, al menos en términos de poder político: el de la pluralidad.

Ahora, los partidos preponderantes ya no son dos, sino que pasan a ser cuatro. A los mencionados y cuestionados PP y PSOE, se suman ahora Podemos y Ciudadanos. Estos dos partidos, sin dudas tienen origen en el movimiento popular de aquel ya lejano 2011. Este movimiento derivó hacia dos puntos bastante distantes del espectro: uno hacia la centro-izquierda y otro hacia la centro-derecha.

Dentro de lo que podemos llamar la “centro-izquierda”, apareció el movimiento liderado por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, el ya famoso Podemos. Y dentro de lo que me atrevo a denominar la “centro-derecha” apreciamos la irrupción del movimiento liderado por Albert Sánchez (oriundo de Catalunya), el también muy renombrado Ciudadanos.

Es dable mencionar que ambos, desde sus diferentes posiciones, centraron sus discursos en el ataque a la corrupción, más allá de que eso –en muchísimos casos- no haya sido llevado a la práctica. Es posible apreciar la gran congruencia que tiene la retórica llevada a cabo por ambos movimientos con respecto al origen de ellos. Si el nacimiento aparece con los indignados, no carece de lógica apuntar el discurso hacia allí.

Hecho este breve introito que busca generar conocimiento de cómo se llegó a la situación actual, podemos decir que en estos momentos el Congreso de los Diputados de España se encuentra compuesto por 123 diputados del PP, 90 del PSOE, 42 de Podemos y 40 de Ciudadanos, además de tener el partido de Pablo Iglesias diputados provenientes de diferentes confluencias, como “En Comú Podem”, que es un desprendimiento del partido morado proveniente de Catalunya.

Si bien se puede ver que sigue habiendo una fuerte preponderancia del PP y del PSOE en la composición de la cámara que elige al Presidente del Gobierno (a continuación se explicará esto), no caben dudas de que el hemiciclo ya no tiene una polarización absoluta, y a eso se debe que, casi cinco meses después de los comicios, España permanezca sin un Presidente elegido por la elección popular que tuvo lugar el año pasado.

Ahora, ¿por qué España tuvo elecciones, ganó un partido, y pasados varios meses sigue sin gobierno? Para eso, pasaremos a explicar brevemente la constitución política del país ibérico.

España es una monarquía constitucional, por lo cual la jefatura de Estado sigue estando en manos de un rey (sí, increíblemente en el Siglo XXI los españoles siguen representados por un monarca) que actualmente es Felipe VI. 
Entonces, ¿qué vota el pueblo español? Los españoles votan en elecciones libres diputados y senadores (además de las elecciones autonómicas, que serían algo similar a nuestras elecciones provinciales). La Cámara de Diputados es la que tendrá en sus manos, ya armada conforme a la voluntad popular, la designación del Presidente del Gobierno.
El Presidente de la Legislatura anterior (la X) a esta ha sido Mariano Rajoy, representante del Partido Popular. En aquella ocasión, fue investido sin mayores inconvenientes debido a que su partido gozó de una cantidad de 185 diputados (contra 110 del PSOE). En tanto, los demás partidos permanecían con una muy baja representación, en contraposición con lo que sucede en la XI Legislatura.

En este contexto de un Congreso ultra-dividido es que los representantes del pueblo español no logran ponerse de acuerdo y por ese motivo aún no han designado un presidente para la legislatura actual.

Si bien hubo varios intentos (por ejemplo, Pedro Sánchez tuvo dos sesiones de investidura, pero en ambas fue rechazado), la situación es más que incierta, ya que los meses pasan y el camino parece ser el de la realización de nuevos comicios.

Siendo la coyuntura muy desfavorable para Mariano Rajoy, el mandamás del PP es el único que aún no se ha visto posibilitado de forjar alianzas. Su gobierno y su partido han sido muy denunciados por los innumerables casos de corrupción que han enfrentado durante los últimos años (caso Bárcenas, la detención del ex-vicepresidente Rodrigo Rato, el caso Bankia, los ERE utilizados en detrimento del pueblo trabajador, etc) y en este contexto, se ha alejado durante los últimos meses cualquier chance de aliarse con otro espacio político.

Y aquí viene probablemente lo más curioso: si nos ponemos a pensar en las posiciones dentro del espectro político, se podría pensar que Ciudadanos es lo más cercano al PP. Sin embargo, el partido neoliberal “reformista” liderado por Albert Rivera ha decidido aliarse con el Partido Socialista Obrero Español (otrora “socialista”) apoyando la investidura fallida de Pedro Sánchez en dos oportunidades.
Trazando paralelismos, no resulta una tarea ardua encontrar similitudes entre este pacto y el sellado por la UCR y el PRO en nuestro país, más allá de que estos corrieron suerte dispar. En ambas alianzas, se puede identificar un sector “reformista” neoliberal en alianza con un partido que, en sus orígenes, tenía como discurso la defensa a ultranza del pueblo trabajador.
De esta manera, queda evidenciada de manera comparada la banalización de la política de sendos lados del Océano Atlántico.

Pero al ver que este engendro no funcionaba, ni lerdo ni perezoso el PSOE comenzó a pensar nuevas opciones. Así las cosas, se comenzó a hablar en los medios de un “pacto de izquierdas”, que incluya al partido liderado por Pedro Sánchez, a Podemos, a Izquierda Unida (partido liderado por Pedro Garzón) y a Compromís (sector de centro-izquierda originario de Valencia).
Si bien varios sectores añoraron esta mesa de cuatro integrantes, la misma nunca fue llevada a cabo y finalmente la idea se diluyó. Sin embargo, estos cuatro sectores no hubieran alcanzado el número necesario para investir a un presidente. Para lograrlo, hubieran necesitado que Ciudadanos (recordemos, partido neoliberal de centro-derecha) permanezca dentro del pacto llevado adelante meses antes con la dirigencia del PSOE.
¿Y cuál fue la respuesta de Ciudadanos? Albert Rivera inmediatamente declaró que de ninguna manera compartiría gobierno con un partido como Podemos, debido a los estrechos lazos existentes entre el movimiento de Pablo Iglesias y el chavismo ahora devenido en “madurismo”. Esto último es fácilmente verificable, ya que Íñigo Errejón (número 2 de Iglesias) se ha dejado oír vociferando el slogan “Chávez vive”. Y en el contexto de carestía absoluta que vive el pueblo trabajador venezolano en estos días, no es bien visto por muchos españoles que los “morados” permanezcan cercanos al régimen de Maduro.

En este mar más que revuelto, las diferencias parecen insalvables. Las alianzas que podrían posibilitar una investidura están muy lejos de concretarse, y los principales partidos políticos de España ya piensan unívocamente en la campaña a llevar a cabo para unas segundas elecciones que deberán ser convocadas por el Rey en caso de que se confirme la falta de acuerdo.

En este contexto, ya se habla de una alianza entre Podemos e Izquierda Unida para estos segundos comicios que se llevarían a cabo, a priori, el 26 de junio del corriente. Y si bien esta idea aún no está del todo elaborada, parecería loable debido a que algunas encuestas ponen a la posible coalición mencionada en segundo lugar con vistas a una probable “segunda vuelta” electoral.

Sin embargo, Felipe VI está decidido a lograr evitar la realización de nuevos comicios con una nueva ronda de consultas. Es menester mencionar que la tarea del monarca (cuya hermana está siendo investigada por una causa de corrupción denominada “caso Noos”) no será para nada sencilla, debido a los motivos expuestos precedentemente.

Los días siguen corriendo y los acuerdos parecen cada vez más alejados. Y el escenario más complejo para España aparece a la hora de pensar en un país ultra-dividido tanto política como socialmente. La batalla entre los sectores más cercanos a la troika y los que quieren dar un verdadero cambio de rumbo no será sencilla y alejará las posibilidades de la formación de un gobierno con alto apoyo popular.

Si bien es un motivo de algarabía que haya un gran sector del pueblo español que busca recuperar su dignidad retomando la participación política y defendiendo sus derechos, hasta ahora los líderes de los principales partidos no dan muestras de ser tan distintos a lo hasta ahora conocido.

Desde este humilde espacio, creo que el mayor desafío que enfrenta la gente de España es que la ola que dio origen al movimiento de los indignados no quede truncada por nuevas decepciones. Dependerá de todos los ciudadanos del país ibérico defender su esperanzadora posición ante los intentos de hegemonía de la banalidad política reinante.



domingo, 24 de abril de 2016

Refugiados: la globalización de la indiferencia. Por Ezequiel Volpe

Ellos son de medio oriente, vienen del lugar más convulsionado del mundo. Llegan provenientes de esas tierras que sangran ante tanto dolor. Hoy, la inestabilidad en la zona genera una crisis humanitaria que el Papa Francisco se atrevió a calificar como la más grande desde la segunda guerra mundial. Hoy, el Egeo y el Mediterráneo dejaron de ser simples mares para convertirse en cementerios acuáticos. El mundo llora, mientras la clase dirigente emula a Poncio Pilatos lavándose las manos todos los días. El tiempo pasa, los meses se escurren. Ellos esperan.

Año 2016, las imágenes están a la vista y son más que elocuentes. Miles de refugiados esperan en las fronteras con el sueño de acceder a un país que les cierra las puertas de par en par. Ellos dejaron aquel lugar cruel y se agolpan, agotados pero aún prestos, con el sueño de alcanzar una vida mejor para ellos y fundamentalmente para sus familias. Los gobiernos europeos, mostrando una actitud que ya adquiere ribetes de crueldad, ven como cada vez más seres humanos pasan miserias mientras la preocupación pasa por no contrariar los intereses del sistema financiero, que de ninguna manera sacará la vista de esos fríos números que aparecen en pantallas que cambian a cada minuto.
Los movimientos populares no son ajenos a esto, y se lo han hecho saber a los eruditos que permanecen en las instalaciones del Banco Central Europeo de Frankfurt, Alemania. Sin ambages, ellos se disponen a pintar en un mural de 120 metros a Aylan Kurdi, ese bebé sirio que apareció sin vida en las costas de Turquía, transformándose en un símbolo de la miseria de la clase dirigencial que es gran responsable de esta masacre.

Pero este drama no es únicamente propio del último par de años, sino que viene de hace mucho y tiene una trama mucho más complicada de lo que cualquiera puede imaginar.
Los factores que derivan en tanta muerte son muchos, y tienen como protagonistas a las grandes potencias mundiales y sus perennes intereses. Estados Unidos y Rusia, otrora protagonistas de la guerra fría, jugaron un papel preponderante en los hechos que se describirán a continuación. Sus intereses en medio oriente sirvieron de preludio a la inestabilidad actual que le facilita el trabajo a los nefastos grupos terroristas que actúan en la zona, como el Estado Islámico (que es sin dudas el más conocido).

Pero el Estado Islámico no nace solo, sino que aparece como consecuencia de la política internacional de Estados Unidos durante los años del mundo bipolar. El ISIS (Islamic State of Irak and Syria) aparece como un desprendimiento del famoso grupo Al Qaeda. Esta organización terrorista surge como un elemento del Tío Sam para combatir a la Unión Soviética al momento en que el régimen comunista invade Afganistán. Y sin dudas, a priori le salió bien al país de las 50 estrellas esta jugada, pero a largo plazo, generó un monstruo que iba a ser muy nocivo para la humanidad.

La financiación estadounidense a Al Qaeda fue mencionada por la actual candidata presidencial demócrata Hillary Clinton en una entrevista que le realizaron hace algunos años, al momento en que se dispuso a explicarle a la comunicadora sobre la situación de los grupos extremistas en cercano oriente.

Pero una vez “liberado” Afganistán de los soviéticos, Estados Unidos no cesó en su actitud de árbitro del mundo, y permaneció con fuertes intereses en la zona. Esto último quedó en claro durante nuestros tiempos, ya que asistimos a permanentes intromisiones norteamericanas en una zona ya de por sí conflictiva.

En este pasaje, realizaremos un viaje en el tiempo para situarnos en el año 2010, comienzo de la Primavera Árabe. Es en ese contexto que la OTAN toma la resolución de atacar Libia, país presidido por el extravagante dictador totalitario Muamar Khadafi.

Cuando hablamos de Khadafi, nos referimos a un gobernante que llevaba  42 años en el poder al momento en que fue asesinado un 20 de octubre de 2011, en manos de rebeldes sostenidos fundamentalmente por la alianza internacional encabezada por Estados Unidos.
Si bien la muerte de Khadafi significó la caída de un gobierno caracterizado por la violación permanente de los derechos humanos, también abrió el juego a una inestabilidad que se mantiene hasta el día de la fecha. Hoy en día, la ciudad donde el dictador residía se encuentra con una fuerte presencia del Estado Islámico, que intenta aprovechar la caótica situación en el lugar de la misma manera en que aprovechó los graves conflictos en Siria, donde Barack Obama y Vladimir Putin se disputan el control del país, hoy en manos del también dictador Bassar Al Assad.

El anteriormente mencionado Barack Hussein Obama fue quien declaró hace poco días a la prensa que su peor error al mando del Ejecutivo fue no pensar en “el día después” de la intervención de la OTAN en Libia. Sin embargo, no pareciera el máximo mandatario de los EE.UU. tener una postura distinta ante los graves sucesos que están aconteciendo en una Siria destruida y ultra-dividida.
En cuanto a la nación que tiene a Damasco como su capital, podemos decir que tiene como mandamás a otro gobernante apuntado como violador serial de los derechos humanos. De hecho, el gobierno sirio ha sido acusado recientemente de utilizar gases químicos contra poblaciones civiles, además de haber llevado a cabo matanzas a diestra y siniestra.

Pero más allá de los crueles actos llevados a cabo por Bassar Al Assad, Siria se encuentra inmersa en una coyuntura mucho más compleja que está signada por las disputas de Estados Unidos y Rusia. El país gobernado por Putin, de hecho, tiene una base naval en la nación árabe, conocida como “la Base de Tartul”, la cual se ubica dentro de los territorios aún controlados por el gobierno de la secta alauita, a la cual pertenece el dictador Al Assad.

De esto último se desprende la evidente alianza entre Moscú y Damasco, la cual permanece como fuerte contrapeso a los intereses de la OTAN en la región. De los susodichos intereses del imperialismo surge la aparición de grupos opositores (habitualmente conocidos como “la oposición moderada”, siendo diferenciada de la “oposición islámica”) financiados por Estados Unidos y sus aliados, que tienen como objetivo menoscabar el poder del aliado ruso Al Assad.
En este contexto es que se expande el poderío del Estado Islámico en el país árabe gobernado por los alauitas, donde controlan vastos territorios, los cuales tienen capital en Al Raqqa.

Pero Siria y Libia no son los únicos países donde hay presencia territorial del Estado Islámico, sino que la situación es muy similar en Irak. Allí, el ISIS controla también vastos terrenos y tiene a Mosul como su capital en tierras iraquíes.

El contexto que permite la prevalencia del fundamentalismo islámico en Irak es la caída del gobierno de Saddam Hussein, el dictador Baaz que invadió Kuwait en sus ansias de poder y terminó sus días ahorcado tras un juicio llevado a cabo por las autoridades provisionales de su país, todo lo cual con la anuencia de Estados Unidos.
Esta reducida enumeración de hechos sirve como prefacio para entender un poco mejor la situación actual por la que pasan miles de refugiados que buscan escapar de las zonas de guerra para alcanzar la indiferente Europa.

Las personas refugiadas, contrariamente al pensamiento inicial, no son únicamente cristianas o yazidíes, sino que también hay musulmanes entre ellas. Estos son principalmente chiítas, pero también podremos encontrar dentro de las personas perseguidas a muchos sunnitas, que pertenecen a la misma rama del islam que el ISIS.

El hecho de que el Estado Islámico se proclame como el principal enemigo de occidente –aun cuando el propio occidente es su creador, como demostramos anteriormente- ha generado recientemente una ola islamofóbica en Estados Unidos y Europa, la cual es capitalizada por sectores de la derecha recalcitrante –valga la ironía- para mostrarse como una opción nacionalista ante la supuesta amenaza árabe.

Estos sectores que tienen como abanderados a Donald Trump en Estados Unidos y a Marine Le Pen en Francia son grandes responsables de la indiferencia de muchísimos ciudadanos europeos ante la crisis humanitaria que les golpea las puertas. Es así entonces como los refugiados sufren doblemente por culpa del extremismo islámico: primero, por la persecución en sus lugares de origen, y luego, por el sentimiento anti-islámico generado por el accionar de ISIS, que incluye dos atentados resonantes en París, como lo fueron Charlie Hebdo y la serie de ataques que tuvo como insignia lo sucedido en el teatro Le Bataclan.

Así las cosas, la situación es más que alarmante y la gente que añora con ingresar a Europa no parece tener mayores esperanzas, más aún luego del vergonzoso pacto firmado por la Unión Europea y Turquía, según el cual la primera le “endosa” al país del presidente Erdogan –sospechado por financiar al ISIS- a los refugiados que intentan ingresar a los países occidentales. Luego, Turquía se encarga de devolver a los refugiados a medio oriente, asegurándoles todos los padecimientos que les sirvieron de motivación para abandonar sus propias tierras.

En esta coyuntura, las cosas se tornan dramáticas y cada lágrima se transforma en sangre. Hay chicos que sufren y no pueden ni deben esperar más. Pero los dirigentes mundiales parecen inmunes a ese dolor: no lo sienten, no les llega, no les duele. Evidentemente no les genera nada ver a un nene con su muñeco de felpa esperando por una vida digna en su absoluta inocencia.

Esos fríos dirigentes son el dolor y la malicia. Esos tristes dirigentes son la globalización de la indiferencia.