lunes, 25 de abril de 2016

España y el “problema” de la legislatura plural. Por Ezequiel Volpe

Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 dejaron a España en una situación que nunca antes había conocido de forma tan clara: por primera vez, la polarización del poder en manos del PP y del PSOE no es absoluta, sino que aparecieron nuevos movimientos que pusieron en jaque ese dominio que parecía perenne. La coyuntura política no es la misma que venía siendo desde los tiempos posteriores a la muerte del nefasto Francisco Franco, y así las cosas, ponerse de acuerdo parece una quimera.

Indignados. Esa palabra dio la vuelta al mundo de habla hispana luego de las manifestaciones del 15 de mayo de 2011 en España. En aquel momento, un grupo de personas decidió alzar la voz contra la rancia hegemonía bipartidista y la situación de un país controlado por la corrupta casta dirigencial y las corporaciones. 
Ese movimiento fue el que puso en jaque, sin que quede del todo evidenciado en aquel entonces, el esquema político que hasta ese momento había estado vigente en el país ibérico.

La conjunción de un pueblo agotado y de un grupo de dirigentes jóvenes dio nacimiento a lo que terminaría siendo una elección histórica que dejaría a España inmersa en un nuevo mapa, uno que nunca había terminado de conocer, al menos en términos de poder político: el de la pluralidad.

Ahora, los partidos preponderantes ya no son dos, sino que pasan a ser cuatro. A los mencionados y cuestionados PP y PSOE, se suman ahora Podemos y Ciudadanos. Estos dos partidos, sin dudas tienen origen en el movimiento popular de aquel ya lejano 2011. Este movimiento derivó hacia dos puntos bastante distantes del espectro: uno hacia la centro-izquierda y otro hacia la centro-derecha.

Dentro de lo que podemos llamar la “centro-izquierda”, apareció el movimiento liderado por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, el ya famoso Podemos. Y dentro de lo que me atrevo a denominar la “centro-derecha” apreciamos la irrupción del movimiento liderado por Albert Sánchez (oriundo de Catalunya), el también muy renombrado Ciudadanos.

Es dable mencionar que ambos, desde sus diferentes posiciones, centraron sus discursos en el ataque a la corrupción, más allá de que eso –en muchísimos casos- no haya sido llevado a la práctica. Es posible apreciar la gran congruencia que tiene la retórica llevada a cabo por ambos movimientos con respecto al origen de ellos. Si el nacimiento aparece con los indignados, no carece de lógica apuntar el discurso hacia allí.

Hecho este breve introito que busca generar conocimiento de cómo se llegó a la situación actual, podemos decir que en estos momentos el Congreso de los Diputados de España se encuentra compuesto por 123 diputados del PP, 90 del PSOE, 42 de Podemos y 40 de Ciudadanos, además de tener el partido de Pablo Iglesias diputados provenientes de diferentes confluencias, como “En Comú Podem”, que es un desprendimiento del partido morado proveniente de Catalunya.

Si bien se puede ver que sigue habiendo una fuerte preponderancia del PP y del PSOE en la composición de la cámara que elige al Presidente del Gobierno (a continuación se explicará esto), no caben dudas de que el hemiciclo ya no tiene una polarización absoluta, y a eso se debe que, casi cinco meses después de los comicios, España permanezca sin un Presidente elegido por la elección popular que tuvo lugar el año pasado.

Ahora, ¿por qué España tuvo elecciones, ganó un partido, y pasados varios meses sigue sin gobierno? Para eso, pasaremos a explicar brevemente la constitución política del país ibérico.

España es una monarquía constitucional, por lo cual la jefatura de Estado sigue estando en manos de un rey (sí, increíblemente en el Siglo XXI los españoles siguen representados por un monarca) que actualmente es Felipe VI. 
Entonces, ¿qué vota el pueblo español? Los españoles votan en elecciones libres diputados y senadores (además de las elecciones autonómicas, que serían algo similar a nuestras elecciones provinciales). La Cámara de Diputados es la que tendrá en sus manos, ya armada conforme a la voluntad popular, la designación del Presidente del Gobierno.
El Presidente de la Legislatura anterior (la X) a esta ha sido Mariano Rajoy, representante del Partido Popular. En aquella ocasión, fue investido sin mayores inconvenientes debido a que su partido gozó de una cantidad de 185 diputados (contra 110 del PSOE). En tanto, los demás partidos permanecían con una muy baja representación, en contraposición con lo que sucede en la XI Legislatura.

En este contexto de un Congreso ultra-dividido es que los representantes del pueblo español no logran ponerse de acuerdo y por ese motivo aún no han designado un presidente para la legislatura actual.

Si bien hubo varios intentos (por ejemplo, Pedro Sánchez tuvo dos sesiones de investidura, pero en ambas fue rechazado), la situación es más que incierta, ya que los meses pasan y el camino parece ser el de la realización de nuevos comicios.

Siendo la coyuntura muy desfavorable para Mariano Rajoy, el mandamás del PP es el único que aún no se ha visto posibilitado de forjar alianzas. Su gobierno y su partido han sido muy denunciados por los innumerables casos de corrupción que han enfrentado durante los últimos años (caso Bárcenas, la detención del ex-vicepresidente Rodrigo Rato, el caso Bankia, los ERE utilizados en detrimento del pueblo trabajador, etc) y en este contexto, se ha alejado durante los últimos meses cualquier chance de aliarse con otro espacio político.

Y aquí viene probablemente lo más curioso: si nos ponemos a pensar en las posiciones dentro del espectro político, se podría pensar que Ciudadanos es lo más cercano al PP. Sin embargo, el partido neoliberal “reformista” liderado por Albert Rivera ha decidido aliarse con el Partido Socialista Obrero Español (otrora “socialista”) apoyando la investidura fallida de Pedro Sánchez en dos oportunidades.
Trazando paralelismos, no resulta una tarea ardua encontrar similitudes entre este pacto y el sellado por la UCR y el PRO en nuestro país, más allá de que estos corrieron suerte dispar. En ambas alianzas, se puede identificar un sector “reformista” neoliberal en alianza con un partido que, en sus orígenes, tenía como discurso la defensa a ultranza del pueblo trabajador.
De esta manera, queda evidenciada de manera comparada la banalización de la política de sendos lados del Océano Atlántico.

Pero al ver que este engendro no funcionaba, ni lerdo ni perezoso el PSOE comenzó a pensar nuevas opciones. Así las cosas, se comenzó a hablar en los medios de un “pacto de izquierdas”, que incluya al partido liderado por Pedro Sánchez, a Podemos, a Izquierda Unida (partido liderado por Pedro Garzón) y a Compromís (sector de centro-izquierda originario de Valencia).
Si bien varios sectores añoraron esta mesa de cuatro integrantes, la misma nunca fue llevada a cabo y finalmente la idea se diluyó. Sin embargo, estos cuatro sectores no hubieran alcanzado el número necesario para investir a un presidente. Para lograrlo, hubieran necesitado que Ciudadanos (recordemos, partido neoliberal de centro-derecha) permanezca dentro del pacto llevado adelante meses antes con la dirigencia del PSOE.
¿Y cuál fue la respuesta de Ciudadanos? Albert Rivera inmediatamente declaró que de ninguna manera compartiría gobierno con un partido como Podemos, debido a los estrechos lazos existentes entre el movimiento de Pablo Iglesias y el chavismo ahora devenido en “madurismo”. Esto último es fácilmente verificable, ya que Íñigo Errejón (número 2 de Iglesias) se ha dejado oír vociferando el slogan “Chávez vive”. Y en el contexto de carestía absoluta que vive el pueblo trabajador venezolano en estos días, no es bien visto por muchos españoles que los “morados” permanezcan cercanos al régimen de Maduro.

En este mar más que revuelto, las diferencias parecen insalvables. Las alianzas que podrían posibilitar una investidura están muy lejos de concretarse, y los principales partidos políticos de España ya piensan unívocamente en la campaña a llevar a cabo para unas segundas elecciones que deberán ser convocadas por el Rey en caso de que se confirme la falta de acuerdo.

En este contexto, ya se habla de una alianza entre Podemos e Izquierda Unida para estos segundos comicios que se llevarían a cabo, a priori, el 26 de junio del corriente. Y si bien esta idea aún no está del todo elaborada, parecería loable debido a que algunas encuestas ponen a la posible coalición mencionada en segundo lugar con vistas a una probable “segunda vuelta” electoral.

Sin embargo, Felipe VI está decidido a lograr evitar la realización de nuevos comicios con una nueva ronda de consultas. Es menester mencionar que la tarea del monarca (cuya hermana está siendo investigada por una causa de corrupción denominada “caso Noos”) no será para nada sencilla, debido a los motivos expuestos precedentemente.

Los días siguen corriendo y los acuerdos parecen cada vez más alejados. Y el escenario más complejo para España aparece a la hora de pensar en un país ultra-dividido tanto política como socialmente. La batalla entre los sectores más cercanos a la troika y los que quieren dar un verdadero cambio de rumbo no será sencilla y alejará las posibilidades de la formación de un gobierno con alto apoyo popular.

Si bien es un motivo de algarabía que haya un gran sector del pueblo español que busca recuperar su dignidad retomando la participación política y defendiendo sus derechos, hasta ahora los líderes de los principales partidos no dan muestras de ser tan distintos a lo hasta ahora conocido.

Desde este humilde espacio, creo que el mayor desafío que enfrenta la gente de España es que la ola que dio origen al movimiento de los indignados no quede truncada por nuevas decepciones. Dependerá de todos los ciudadanos del país ibérico defender su esperanzadora posición ante los intentos de hegemonía de la banalidad política reinante.



domingo, 24 de abril de 2016

Refugiados: la globalización de la indiferencia. Por Ezequiel Volpe

Ellos son de medio oriente, vienen del lugar más convulsionado del mundo. Llegan provenientes de esas tierras que sangran ante tanto dolor. Hoy, la inestabilidad en la zona genera una crisis humanitaria que el Papa Francisco se atrevió a calificar como la más grande desde la segunda guerra mundial. Hoy, el Egeo y el Mediterráneo dejaron de ser simples mares para convertirse en cementerios acuáticos. El mundo llora, mientras la clase dirigente emula a Poncio Pilatos lavándose las manos todos los días. El tiempo pasa, los meses se escurren. Ellos esperan.

Año 2016, las imágenes están a la vista y son más que elocuentes. Miles de refugiados esperan en las fronteras con el sueño de acceder a un país que les cierra las puertas de par en par. Ellos dejaron aquel lugar cruel y se agolpan, agotados pero aún prestos, con el sueño de alcanzar una vida mejor para ellos y fundamentalmente para sus familias. Los gobiernos europeos, mostrando una actitud que ya adquiere ribetes de crueldad, ven como cada vez más seres humanos pasan miserias mientras la preocupación pasa por no contrariar los intereses del sistema financiero, que de ninguna manera sacará la vista de esos fríos números que aparecen en pantallas que cambian a cada minuto.
Los movimientos populares no son ajenos a esto, y se lo han hecho saber a los eruditos que permanecen en las instalaciones del Banco Central Europeo de Frankfurt, Alemania. Sin ambages, ellos se disponen a pintar en un mural de 120 metros a Aylan Kurdi, ese bebé sirio que apareció sin vida en las costas de Turquía, transformándose en un símbolo de la miseria de la clase dirigencial que es gran responsable de esta masacre.

Pero este drama no es únicamente propio del último par de años, sino que viene de hace mucho y tiene una trama mucho más complicada de lo que cualquiera puede imaginar.
Los factores que derivan en tanta muerte son muchos, y tienen como protagonistas a las grandes potencias mundiales y sus perennes intereses. Estados Unidos y Rusia, otrora protagonistas de la guerra fría, jugaron un papel preponderante en los hechos que se describirán a continuación. Sus intereses en medio oriente sirvieron de preludio a la inestabilidad actual que le facilita el trabajo a los nefastos grupos terroristas que actúan en la zona, como el Estado Islámico (que es sin dudas el más conocido).

Pero el Estado Islámico no nace solo, sino que aparece como consecuencia de la política internacional de Estados Unidos durante los años del mundo bipolar. El ISIS (Islamic State of Irak and Syria) aparece como un desprendimiento del famoso grupo Al Qaeda. Esta organización terrorista surge como un elemento del Tío Sam para combatir a la Unión Soviética al momento en que el régimen comunista invade Afganistán. Y sin dudas, a priori le salió bien al país de las 50 estrellas esta jugada, pero a largo plazo, generó un monstruo que iba a ser muy nocivo para la humanidad.

La financiación estadounidense a Al Qaeda fue mencionada por la actual candidata presidencial demócrata Hillary Clinton en una entrevista que le realizaron hace algunos años, al momento en que se dispuso a explicarle a la comunicadora sobre la situación de los grupos extremistas en cercano oriente.

Pero una vez “liberado” Afganistán de los soviéticos, Estados Unidos no cesó en su actitud de árbitro del mundo, y permaneció con fuertes intereses en la zona. Esto último quedó en claro durante nuestros tiempos, ya que asistimos a permanentes intromisiones norteamericanas en una zona ya de por sí conflictiva.

En este pasaje, realizaremos un viaje en el tiempo para situarnos en el año 2010, comienzo de la Primavera Árabe. Es en ese contexto que la OTAN toma la resolución de atacar Libia, país presidido por el extravagante dictador totalitario Muamar Khadafi.

Cuando hablamos de Khadafi, nos referimos a un gobernante que llevaba  42 años en el poder al momento en que fue asesinado un 20 de octubre de 2011, en manos de rebeldes sostenidos fundamentalmente por la alianza internacional encabezada por Estados Unidos.
Si bien la muerte de Khadafi significó la caída de un gobierno caracterizado por la violación permanente de los derechos humanos, también abrió el juego a una inestabilidad que se mantiene hasta el día de la fecha. Hoy en día, la ciudad donde el dictador residía se encuentra con una fuerte presencia del Estado Islámico, que intenta aprovechar la caótica situación en el lugar de la misma manera en que aprovechó los graves conflictos en Siria, donde Barack Obama y Vladimir Putin se disputan el control del país, hoy en manos del también dictador Bassar Al Assad.

El anteriormente mencionado Barack Hussein Obama fue quien declaró hace poco días a la prensa que su peor error al mando del Ejecutivo fue no pensar en “el día después” de la intervención de la OTAN en Libia. Sin embargo, no pareciera el máximo mandatario de los EE.UU. tener una postura distinta ante los graves sucesos que están aconteciendo en una Siria destruida y ultra-dividida.
En cuanto a la nación que tiene a Damasco como su capital, podemos decir que tiene como mandamás a otro gobernante apuntado como violador serial de los derechos humanos. De hecho, el gobierno sirio ha sido acusado recientemente de utilizar gases químicos contra poblaciones civiles, además de haber llevado a cabo matanzas a diestra y siniestra.

Pero más allá de los crueles actos llevados a cabo por Bassar Al Assad, Siria se encuentra inmersa en una coyuntura mucho más compleja que está signada por las disputas de Estados Unidos y Rusia. El país gobernado por Putin, de hecho, tiene una base naval en la nación árabe, conocida como “la Base de Tartul”, la cual se ubica dentro de los territorios aún controlados por el gobierno de la secta alauita, a la cual pertenece el dictador Al Assad.

De esto último se desprende la evidente alianza entre Moscú y Damasco, la cual permanece como fuerte contrapeso a los intereses de la OTAN en la región. De los susodichos intereses del imperialismo surge la aparición de grupos opositores (habitualmente conocidos como “la oposición moderada”, siendo diferenciada de la “oposición islámica”) financiados por Estados Unidos y sus aliados, que tienen como objetivo menoscabar el poder del aliado ruso Al Assad.
En este contexto es que se expande el poderío del Estado Islámico en el país árabe gobernado por los alauitas, donde controlan vastos territorios, los cuales tienen capital en Al Raqqa.

Pero Siria y Libia no son los únicos países donde hay presencia territorial del Estado Islámico, sino que la situación es muy similar en Irak. Allí, el ISIS controla también vastos terrenos y tiene a Mosul como su capital en tierras iraquíes.

El contexto que permite la prevalencia del fundamentalismo islámico en Irak es la caída del gobierno de Saddam Hussein, el dictador Baaz que invadió Kuwait en sus ansias de poder y terminó sus días ahorcado tras un juicio llevado a cabo por las autoridades provisionales de su país, todo lo cual con la anuencia de Estados Unidos.
Esta reducida enumeración de hechos sirve como prefacio para entender un poco mejor la situación actual por la que pasan miles de refugiados que buscan escapar de las zonas de guerra para alcanzar la indiferente Europa.

Las personas refugiadas, contrariamente al pensamiento inicial, no son únicamente cristianas o yazidíes, sino que también hay musulmanes entre ellas. Estos son principalmente chiítas, pero también podremos encontrar dentro de las personas perseguidas a muchos sunnitas, que pertenecen a la misma rama del islam que el ISIS.

El hecho de que el Estado Islámico se proclame como el principal enemigo de occidente –aun cuando el propio occidente es su creador, como demostramos anteriormente- ha generado recientemente una ola islamofóbica en Estados Unidos y Europa, la cual es capitalizada por sectores de la derecha recalcitrante –valga la ironía- para mostrarse como una opción nacionalista ante la supuesta amenaza árabe.

Estos sectores que tienen como abanderados a Donald Trump en Estados Unidos y a Marine Le Pen en Francia son grandes responsables de la indiferencia de muchísimos ciudadanos europeos ante la crisis humanitaria que les golpea las puertas. Es así entonces como los refugiados sufren doblemente por culpa del extremismo islámico: primero, por la persecución en sus lugares de origen, y luego, por el sentimiento anti-islámico generado por el accionar de ISIS, que incluye dos atentados resonantes en París, como lo fueron Charlie Hebdo y la serie de ataques que tuvo como insignia lo sucedido en el teatro Le Bataclan.

Así las cosas, la situación es más que alarmante y la gente que añora con ingresar a Europa no parece tener mayores esperanzas, más aún luego del vergonzoso pacto firmado por la Unión Europea y Turquía, según el cual la primera le “endosa” al país del presidente Erdogan –sospechado por financiar al ISIS- a los refugiados que intentan ingresar a los países occidentales. Luego, Turquía se encarga de devolver a los refugiados a medio oriente, asegurándoles todos los padecimientos que les sirvieron de motivación para abandonar sus propias tierras.

En esta coyuntura, las cosas se tornan dramáticas y cada lágrima se transforma en sangre. Hay chicos que sufren y no pueden ni deben esperar más. Pero los dirigentes mundiales parecen inmunes a ese dolor: no lo sienten, no les llega, no les duele. Evidentemente no les genera nada ver a un nene con su muñeco de felpa esperando por una vida digna en su absoluta inocencia.

Esos fríos dirigentes son el dolor y la malicia. Esos tristes dirigentes son la globalización de la indiferencia. 


Siria y la crisis de los refugiados. Por Sebastíán Rusalen

Entre el cielo y el infierno

Europa es sin duda para el resto del planeta el símbolo del primer mundo, de la civilización, de la sociedad a la que deberíamos imitar. Por otra parte, el Medio Oriente es sinónimo de guerra y destrucción; el polvorín del planeta, un lugar que nos es imposible imaginar en paz y armonía. Lo único que separa a ambos, es el Mar Mediterráneo, testigo de cosas maravillosas, como el nacimiento de la democracia, y de sucesos horrorosos, como la aniquilación de poblaciones enteras. En una orilla, el cielo, y en la otra, el infierno. Este lugar tan particular es el epicentro de nuestro relato, que comienza en una pequeña nación escasamente poblada y cuyo territorio es, a excepción de un fértil litoral, un desierto desolador, pero que encierra un valor estratégico incalculable.

¿Por qué Siria, qué importancia tiene?

En la Antigüedad, Siria era por donde debían pasar las mercancías y productos de Oriente para llegar a Europa, funcionando como la puerta de Asia hacia el Mar Mediterráneo. Con el pasar de los años su importancia fue decayendo a la par del comercio mediterráneo, pero resurgió con el descubrimiento de petróleo en la región, sobre todos en los grandes yacimientos del Golfo Pérsico.
Para que el crudo pueda llegar a manos occidentales, al terminar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se diseñó un oleoducto que atravesaría todo el desierto sirio-árabe hasta llegar al Mediterráneo, donde el producto sería embarcado hacia Estados Unidos. Sin el ducto, el petróleo debía rodear en barco la península Arábiga hasta poder cruzar hacia el Mediterráneo por el Canal de Suez, lo que hacía su traslado largo y costoso.
Para poder llevar a cabo el proyecto, Estados Unidos necesitaba la autorización del gobierno de Siria, una nación que recién comenzaba a disfrutar su independencia. Cuando el presidente se negó, los norteamericanos decidieron apoyar un golpe de Estado llevado a cabo por una facción opositora del Ejército (¿les suena familiar?), que terminó con la joven democracia siria. El nuevo régimen no tardó en aprobar la construcción del oleoducto.
Esto inauguró décadas de pujas entre Estados Unidos y la Unión Soviética por controlar el país. El fin de la Guerra Fría no alteró demasiado el escenario, ya que la U.R.S.S. sólo fue reemplazada por la Federación Rusa, que continuó disputándose con los norteamericanos quién influenciaría más la política siria.


¿Por qué ahora y no antes?

En 2010 comenzó un fenómeno conocido como la Primavera Árabe. ¿Cómo surgió esto? Para ese año la mayoría de los países árabes estaban gobernados o bien por dictadores con décadas en el poder o bien por monarquías absolutas. En Túnez, donde el presidente ocupaba su cargo desde hace 23 años, el pueblo comenzó a manifestarse demandando libertades políticas, comenzando un espiral de violencia que terminó con la renuncia del mandatario. Los egipcios, cuyo presidente gobernaba desde hace 30 años, imitaron a los tunecinos, obteniendo a su vez la huida del dictador. Y así, las diferentes poblaciones de los Estados del mundo árabe salieron a la calle a pedir democracia.
Durante 30 años Siria había sido gobernada por el mismo hombre, el general Hafez Al-Assad. Desde la muerte de Hafez en el año 2000, el liderazgo había recaído en su hijo, Bashar, que continuó con la dictadura familiar. Envalentonados por lo ocurrido en Túnez y Egipto, los sirios se manifestaron contra su gobierno, buscando la renuncia de Al-Assad y la convocatoria a elecciones. El presidente respondió con violencia, enviando al Ejército a reprimir. La violencia fue escalando hasta que un grupo de partidos opositores se reunieron en el exilio y decidieron formar un frente antigubernamental y lanzar su propia ofensiva militar.
Así empezó la Guerra Civil Siria.


¿República democrática… o Estado Islámico?


Cuando la oposición siria armó su frente militar, no le negó la entrada a nadie, porque el objetivo era sumar la mayor cantidad de fuerzas posibles para hacerle frente al gobierno. Entre todos los que lo integraron se podían diferenciar tres grupos. Uno lo formaban personas que buscaban derrocar al presidente y crear una república con elecciones no fraudulentas y libertades políticas, como las del mundo occidental. En otro, se juntaron todas las minorías reprimidas por Al-Assad, como los kurdos, por ejemplo, que querían obtener autodeterminación. Y el último de ellos lo integraban bandas de combatientes que querían terminar con el régimen, no para volver al país más democrático, sino para instaurar una versión retorcida de la ley islámica (que en algunos lados la van a ver nombrada como “Sharia”). Dentro de este conjunto se destacaban dos agrupaciones en particular, cercanas a Al-Qaeda, la organización terrorista de Osama bin Laden (no indagamos más sobre ella en este artículo para no desviarnos del tema, en otro artículo nos centramos más en ella). Una de ellas, que pocos aquí escucharon nombrar y actualmente se dedica a aterrorizar Líbano, era el Frente Al-Nusra, y la otra, la que acapara todas las tapas de los diarios, era una milicia que había surgido con la invasión estadounidense contra el dictador iraquí Saddam Hussein, llamada “el Estado Islámico de Irak”. Al introducirse en el conflicto sirio, ésta última decidió cambiar su nombre, y pasó a ser conocida como el “Estado Islámico de Irak y el Levante”, o de “Irak y Siria”. De su traducción al inglés surgieron las siglas ISIS, la principal denominación que la gente usa cuando se refiere a ella.

Al principio todo era color de rosas entre los rebeldes, pero con el correr del tiempo las diferencias entre los “moderados” y los más radicales comenzaron a acentuarse. Los primeros querían crear una imagen positiva en Occidente para recibir apoyo para su lucha, pero las noticias de secuestros, torturas y asesinatos perpetrados por sus no tan moderados camaradas echaban por tierra este plan. Además, dentro de los mismos radicales empezaron a aparecer fisuras, cuando los muchachos del ISIS se cansaron de recibir órdenes de Al-Qaeda. Entonces, a los 3 años de iniciados los combates, estalló una guerra civil dentro de la Guerra Civil, que enfrentó al ISIS contra los “moderados” contra el Frente Al-Nusra, todavía leal a su organización madre. De estos enfrentamientos salió mejor parado el ISIS, que acaparó la mayoría de los territorios perdidos por el gobierno, que se preparaba para dar el salto de calidad.


¿Qué hacía el resto del mundo mientras ocurría esto?

Antes de responder esta pregunta, debemos hablar un poco sobre el mundo en sí. Durante la Guerra Fría, se decía que era “bipolar”, osea, que tenía dos polos, dos posiciones opuestas, en las cuales los países podían alinearse. Una era el capitalismo, con Estados Unidos como líder indiscutible, y otra el comunismo, caracterizado por la Unión Soviética. Al desaparecer la URSS, se empezó a difundir la idea de que ya no había dos polos, sino muchos, como la recién formada Unión Europea, o Japón. Falso. El mundo continuó siendo bipolar; la única diferencia fue que las posiciones se habían modificado levemente. Uno de los bandos siguió siendo el que lideraba Estados Unidos, con la Comunidad Europea como aliado principal, y el otro, ahora lo encabezaban Rusia y China, y se caracterizaba por defender una especie de “capitalismo de amigos”, con más intervención por parte del Estado en la economía.
Ahora que ya tenemos en claro cómo se divide el mundo, podemos entender por qué hubo respuestas diferentes a la crisis en Siria. El gobierno de Al-Assad pertenecía al segundo bando -Rusia incluso posee una base militar en el país- , por lo que no tardó en recibir apoyo ruso para eliminar a la oposición. Por otra parte, los países occidentales, que venían esperando la oportunidad de desplazar al presidente del poder y establecer un gobierno afín, se pusieron automáticamente del lado de los rebeldes. Los noticieros hablaban de los combatientes sirios como paladines de la libertad y la democracia, y demonizaban la figura del dictador; y cada vez que en los medios aparecía un video de algún rebelde ejecutando prisioneros o mutilando cuerpos sin vida (propios de los grupos más radicales, de los que ya hablamos), decían que no podía “meterse a todos en la misma bolsa”, que la existencia de “un puñado de inadaptados” no quería decir que todos los de la oposición eran de esa manera.
Los países occidentales comenzaron a enviar clandestinamente materiales militares a los rebeldes, (parte de los cuales terminarían en manos del ISIS, ya que todavía no se había producido la ruptura con el resto de las agrupaciones), mientras que Rusia hacía lo mismo con el gobierno.
Sumado a esto, existe una división propia en el Islam. Por una cuestión que se remonta a la sucesión del profeta Mahoma, y que no viene al caso, los musulmanes se diferencian en chiitas o sunitas. Por ende, los países en los que predomina esta religión también se encolumnan en una u otra postura. El que encabeza a los chiitas es Irán (que por su parte es aliado de Rusia), mientras el que lidera a los sunitas es Arabia Saudita (aliado de Estados Unidos). El régimen sirio pertenece al grupo iraní, por lo que los saudíes y el resto de los sunitas decidieron, al igual que Occidente, apoyar a los rebeldes.
En resumen, mientras en Siria se desarrollaba una carnicería sin precedentes, el resto de los gobiernos estaba especulando sobre cómo colocar sus fichas en el tablero de la geopolítica mundial, cuando recibieron una noticia inesperada que haría replantearse la estrategia que habían tomado.


Lo que nadie esperaba: la guerra se traslada a Irak

Un día el mundo se despertó con la noticia de que la segunda ciudad más importante de Irak, Mosul, había sido tomada. ¿No se suponía que la guerra en ese país ya había terminado? Saddam Hussein estaba muerto, las tropas estadounidenses se habían retirado hace años, y la selección local buscaba contratar a Maradona como DT para que los clasifique al próximo mundial… entonces, ¿de qué nos perdimos?
Irak había atravesado más de 20 años de dictadura, una guerra con Irán, la Guerra del Golfo, diez años de bloque económico, otra guerra y otros diez años de ocupación militar estadounidense. Pensar que la situación se estabilizaría de un día para el otro no tenía sentido. Cuando los norteamericanos abandonaron el país, ya no había nadie para luchar contra el crisol de grupos paramilitares que se habían formado durante la ocupación, por lo que la cosa se volvió anárquica.
 Además, el factor religioso estaba siempre presente para empeorar todo. Saddam Hussein era sunita y enemigo acérrimo de Irán, por lo que durante su dictadura la población chiita del país – que representa la mayoría- fue duramente reprimida. Muerto Saddam, los norteamericanos decidieron colocar a la cabeza del nuevo gobierno a un chiita. ¿Pero cómo puede ser?, ¿los chiitas no estaban encabezados por Irán, que era del bando ruso?, ¿por qué Estados Unidos, que estaba aliado a los sunitas, pondría a un chiita en el poder? Parece confuso porque de hecho lo es. Ni siquiera Arabia Saudita comprendió la decisión de los norteamericanos, que probaría ser desastrosa. La población sunita temió represalias, por lo que apoyó a las milicias que luchaban contra el gobierno, entre ellas el ISIS, lo que les permitió tomar Mosul, dejando en su poder gran cantidad de reservas petrolíferas. La situación, ya de por sí complicada, acababa de complicarse aún más.


¿Y ahora qué hacemos?

Después de tomar Mosul, el ISIS vio su oportunidad de demostrar que lo suyo iba en serio. El líder de la banda se proclamó “califa del Estado Islámico”, demandando la adhesión de todos los musulmanes del mundo y advirtiendo el comienzo de una ofensiva para conquistar todo el Mediterráneo, empezando por la capital iraquí, Bagdad.
Estados Unidos y sus aliados debieron replantearse su actitud frente a la crisis. De ninguna manera iban a apoyar al régimen de Al-Assad, pero tampoco se podían dar el lujo de permitir que tomen Bagdad y el gobierno que tanto se habían esforzado en colocar sea depuesto. A todo esto, el dictador sirio se encontraba en su salsa, ya que conseguiría que la imagen internacional de los rebeldes se desplome. Tomando en cuenta todo lo antes dicho, los países occidentales y sus aliados sunitas decidieron formar una coalición para luchar contra el ISIS, sin por eso apoyar al régimen sirio. Pero tampoco estaban dispuestos a enviar tropas a la región, y los ataques aéreos no bastarían para detenerlos, por lo que comenzaron a enviar apoyo material a los kurdos. ¿Por qué enviársela  a ellos? Descartado el gobierno, podían dársela a los “moderados”, pero ya no contaban con la fuerza necesaria para hacerle frente al ISIS. Por otra parte, a los kurdos, que lideraban el grupo de la oposición formado por las minorías, les había ido mucho mejor, llegando a establecer su propio enclave independiente. Pero el apoyo a los kurdos no iba a ser acatado por todos los miembros de la coalición.


El papel de Turquía en la crisis

Turquía posee territorio tanto en Europa como en Medio Oriente, lo que le permite cumplir un rol diferente al resto de los países de la región. Miembro de la OTAN, la organización militar del bloque estadounidense, y enemigo de Al-Assad, se acusó al gobierno turco de permitir que a través de sus fronteras circulen recursos tanto materiales como humanos para los rebeldes. Cuando el ISIS comenzó su carrera como solista, Turquía se unió a la coalición internacional. Pero cuando se decidió apoyar a los kurdos, ésta no acompañó la iniciativa. ¿Por qué?
Debemos hablar más sobre los kurdos. Ellos son un pueblo que se reparte entre Irán, Irak, Siria y Turquía. Durante el siglo XX, en estos países el movimiento independentista kurdo tomó forma de una guerra de guerrilla. En Turquía particularmente, luego de décadas de lucha, se había llegado finalmente a una tregua, luego de la cual las milicias cruzaron la frontera hacia Irak y Siria, donde lograron hacerse fuertes. Esto alertó al gobierno turco, ya que, si se conformaba un Estado kurdo con territorio de dichos países, no tardarían en reclamarle parte del suyo. Entonces, en paralelo con una creciente escalada de violencia local y la ruptura de la tregua, y pese a tener al régimen de Al-Assad como enemigo común, Turquía atacó posiciones de los kurdos, demostrando una vez más que en la crisis siria, cada país juega su propio juego, sin importarle la pérdida de vidas humanas.


Mientras tanto, entre los escombros

Entre el fuego cruzado entre el gobierno, los “moderados”, los kurdos, el ISIS, la coalición, los radicales y Turquía, se encuentra el pueblo sirio. Antes de la guerra, la se contaban unos 17 millones de habitantes. Más de 9 millones fueron desplazados por los conflictos, y de todos ellos, 4 millones se encuentran como refugiados, lo que sería un cuarto de la población total del país. Los que toman la decisión de irse, atraviesan Turquía y el Mar Egeo para llegar a Grecia, desde donde cruzan una multitud de Estados europeos, como Macedonia o Serbia, para llegar al destino final, que en la mayoría de los casos es Alemania.
Muchos países vallaron sus fronteras; otros practican deportaciones masivas; otros tienen actitudes más benévolas, pero ninguno de ellos desea ayudar a esta gente. Los ciudadanos los ven con resentimiento, ya que, en momento de crisis económica, dinero sacado de los contribuyentes debe destinarse a su atención y cuidados. Así es entonces como los mismos responsables de la crisis buscan lavarse las manos y desentenderse de ella; pactando con Turquía el inicio de grandes deportaciones, u ordenando al gobierno griego, uno de los más castigados por las políticas europeas, de ignorar a toda la gente que se llega a sus costas y blindarlas.
Pero Siria es sólo el lugar más moderno desde dónde provienen. Muchísimos llegan desde países africanos desgarrados por conflictos étnicos y guerras civiles. Este dato nos obliga a preguntarnos por qué recién ahora esta crisis tomó la magnitud que tiene actualmente, y eso nos lleva devuelta años atrás a los sucesos de la Primavera Árabe, pero esta vez no en Siria, sino en una nación del otro lado del Mediterráneo.


Gaddafi, ¿si antes era tan malo, por qué ahora lo extrañan tanto?

Libia, que está increíblemente cerca de Italia, estuvo gobernada las últimas cuatro décadas por Muammar Gaddafi. Gaddafi destacaba del resto de los dictadores de la región por varias cualidades, entre las cuales se destaca un gran pragmatismo. En pos de mantenerse en el poder pasó de integrar el bloque soviético con una versión propia de socialismo, a  acercarse al movimiento nacionalista árabe que surgió para enfrentar la influencia estadounidense en la región, a apoyar otros regímenes totalitarios en África. Tras el fin de la Guerra Fría, decidió hacer las paces con Occidente, tratando de conseguir que éste no se opusiese a sus intentos de liderar una confederación de Estados africanos. En sus últimos años como gobernante, había pactado con la Unión Europea, a cambio de ayudas económicas, impedir el paso del torrente de refugiados provenientes del resto de África con rumbo a Europa.
Al estallar la Primavera Árabe, el pueblo libio se sublevó contra Gaddafi e inició una guerra civil que culminó meses después con la captura y el asesinato del líder por parte de los rebeldes. La rapidez con la que el régimen cayó se debió a que la OTAN, en busca de reemplazar al impredecible dictador por un gobierno afín más maleable, bombardeó posiciones gubernamentales. A diferencia de Siria, Libia no estada alineada con Rusia, por lo que el gobierno ruso, junto con China, votó a favor de un embargo en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU, y no tardó en reconocer al comando rebelde como el legítimo representante del pueblo libio. Pero Occidente acababa de cometer un error garrafal, y no tardaría en averiguarlo.
En el gobierno provisional libio rápidamente se distinguieron dos posturas antagónicas. Una la representaban los partidarios de instalar una república democrática, mientras que los miembros de la segunda buscaban que se implementasen criterios de  la ley islámica en el nuevo Estado. Los islamistas consiguieron la mayoría en el parlamento provisional, pero al acercarse la fecha para renovarlo, decidieron extender su mandato. Para que se lleven a cabo los comicios, un general de la facción democrática lanzó un operativo militar que obligó a los islamistas a convocar los comicios, donde triunfaron los democráticos. Los islamistas desconocieron los resultados y lanzaron su propia operación militar, con la cual lograron el control de la capital, Trípoli, mientras los democráticos se replegaron a la ciudad de Tobruk, de gran importancia por sus recursos petrolíferos. Así se inició una nueva guerra civil, que sumió al país en la anarquía.
La desaparición de Gaddafi y el caos que le siguió permitieron la reanudación del tráfico de refugiados desde África hacia las costas italianas. Para empeorar las cosas, aprovechando la situación, grupos radicales se instalaron en Libia para hacer de las suyas. El ISIS mismo usa el territorio libio para lanzar ataques a otros países de la región, como Egipto y Túnez, y como plataforma para sus acciones terroristas contra Europa (retomamos este tema en los artículos que tratan de terrorismo).


Terrorismo ¿islámico?

Dejemos en claro qué sería el terrorismo “islámico”. El terrorismo es infundir terror en la población, con el objetivo de ejercer sobre ella cierta dominación. Alguien que te tiene miedo, te va a obedecer, o por lo menos, no te va a contradecir. Ahora, ¿qué diferencia al “islámico” del resto de los terrorismos?, si es que hay diferentes clases, y ¿por qué lo escribimos con comillas? Vendría a ser el que es ejercido para conseguir que la gente se adhiera a la doctrina del Islam, pero eso no es del todo cierto. Lo que buscan los terroristas “islámicos” no es que la población se adhiera su religión, sino que lo haga a SU interpretación de la misma, a eso se debe el uso de comillas. La vertiente más común entre ellos es el salafismo (algunas veces confundido con el wahabismo, otra postura que, aunque tiene puntos en común, no es exactamente igual).
Los salafistas son un grupo ultra conservador de la rama sunita, que busca volver al Islam “original” de Mahoma y sus seguidores. Como todo movimiento fundamentalista, tiene una interpretación intransigente de la religión. En todo el mundo, son millones los musulmanes que adhieren al salafismo, y una muy pequeña porción de ellos sostiene que la manera de extender su creencia es la violencia, para lo cual recurren a las técnicas terroristas.
El grupo más célebre es sin lugar a dudas Al-Qaeda, liderado por Osama bin Laden, a quien se le atribuye el ataque a las Torres Gemelas. Éste se formó durante la invasión soviética a Afganistán en la década de los 80´, cuando combatientes fundamentalistas de todo el mundo llegaron al país para evitar el triunfo del comunismo, que promovía el ateísmo. Dicho conflicto se toma como el origen del terrorismo “islámico” moderno. A partir de ese momento, el mismo comenzó a expandirse, apareciendo células salafistas en todos los rincones del planeta, desde Chechenia y Medio Oriente hasta Filipinas y el sudeste asiático.
La ignorancia de los países occidentales, surgida de su indiferencia a todo lo que es ajeno a su hemisferio, llevó a creer al común de la gente que todos los que siguen el Islam son fundamentalistas. Así, en Europa y Estados Unidos, en lugar de incluirlos e inculcarles un sentido de identidad nacional, los musulmanes fueron excluidos de los circuitos sociales, formando sociedades paralelas, y creando un profundo sentimiento de resentimiento hacia sus patrias adoptivas. Esto se convirtió en la cantera ideal de donde los fundamentalistas obtenían nuevos reclutas para engrosar sus filas. Los prejuicios existentes provocan también que diferentes políticos en Occidente lancen propuestas a una población aterrorizada para darle un marco legal a esta discriminación, como prohibir el ingreso de musulmanes al país, o restablecer la pena de muerte.


El ISIS y la difusión de los prejuicios

Luego de recibir duros reveses por parte de la coalición internacional, el ISIS se dio cuenta que no lograría sus objetivos con las mayores potencias del mundo en su contra, por lo que decidió extorsionarlas para que abandonen el conflicto. Primero lo intentó amenazando con ejecutar prisioneros occidentales si los ataques no cesaban, recibiendo indiferencia como respuesta. Al concretar dichas amenazas, filmando decapitaciones de rehenes estadounidenses y subiéndolas a Internet, sólo consiguieron que los bombardeos recrudeciesen.
Frente a esto, decidieron llevar la guerra hacia los países mismos de la coalición. Esto hubiese sido imposible hace un par de décadas, pero en la era actual, en que las distancias están más acortadas que nunca, no lo es.
Es más, dada la gran cantidad de musulmanes excluidos y llenos de odio que vivían en las naciones que integraban la coalición, parecía más fácil que nunca. Así fue como comenzaron a sucederse atentados en Francia, Arabia Saudita, Canadá y Bélgica, mientras tantos otros eran frustrados por los servicios de seguridad en Italia, Australia, Inglaterra y Alemania. Entre las mayores “hazañas” perpetradas por los terroristas, se encuentran haber derribado un avión de pasajeros rusos, e incluso haber amenazado de muerte al Papa Francisco.

Esto provocó, sumado a las declaraciones por parte del ISIS que decían que infiltrarían combatientes suyos entre las multitudes de inmigrantes provenientes de Libia para ingresar al continente, que se vuelva todavía más hostil la actitud de los países europeos frente a los refugiados, en muchos lados vistos como terroristas potenciales. Una vez más, el miedo y los prejuicios triunfaban por sobre la misericordia y la razón.