Ellos son de medio oriente, vienen del lugar más
convulsionado del mundo. Llegan provenientes de esas tierras que sangran ante
tanto dolor. Hoy, la inestabilidad en la zona genera una crisis humanitaria que
el Papa Francisco se atrevió a calificar como la más grande desde la segunda
guerra mundial. Hoy, el Egeo y el Mediterráneo dejaron de ser simples mares
para convertirse en cementerios acuáticos. El mundo llora, mientras la clase
dirigente emula a Poncio Pilatos lavándose las manos todos los días. El tiempo
pasa, los meses se escurren. Ellos esperan.
Año 2016, las imágenes están a la vista y son más que
elocuentes. Miles de refugiados esperan en las fronteras con el sueño de
acceder a un país que les cierra las puertas de par en par. Ellos dejaron aquel
lugar cruel y se agolpan, agotados pero aún prestos, con el sueño de alcanzar
una vida mejor para ellos y fundamentalmente para sus familias. Los gobiernos
europeos, mostrando una actitud que ya adquiere ribetes de crueldad, ven como
cada vez más seres humanos pasan miserias mientras la preocupación pasa por no
contrariar los intereses del sistema financiero, que de ninguna manera sacará
la vista de esos fríos números que aparecen en pantallas que cambian a cada
minuto.
Los movimientos populares no son ajenos a esto, y se lo han
hecho saber a los eruditos que permanecen en las instalaciones del Banco
Central Europeo de Frankfurt, Alemania. Sin ambages, ellos se disponen a pintar
en un mural de 120 metros a Aylan Kurdi, ese bebé sirio que apareció sin vida en
las costas de Turquía, transformándose en un símbolo de la miseria de la clase
dirigencial que es gran responsable de esta masacre.
Pero este drama no es únicamente propio del último par de
años, sino que viene de hace mucho y tiene una trama mucho más complicada de lo
que cualquiera puede imaginar.
Los factores que derivan en tanta muerte son muchos, y
tienen como protagonistas a las grandes potencias mundiales y sus perennes
intereses. Estados Unidos y Rusia, otrora protagonistas de la guerra fría, jugaron
un papel preponderante en los hechos que se describirán a continuación. Sus
intereses en medio oriente sirvieron de preludio a la inestabilidad actual que
le facilita el trabajo a los nefastos grupos terroristas que actúan en la zona,
como el Estado Islámico (que es sin dudas el más conocido).
Pero el Estado Islámico no nace solo, sino que aparece como
consecuencia de la política internacional de Estados Unidos durante los años
del mundo bipolar. El ISIS (Islamic State of Irak and Syria) aparece como un
desprendimiento del famoso grupo Al Qaeda. Esta organización terrorista surge
como un elemento del Tío Sam para combatir a la Unión Soviética al momento en
que el régimen comunista invade Afganistán. Y sin dudas, a priori le salió bien
al país de las 50 estrellas esta jugada, pero a largo plazo, generó un monstruo
que iba a ser muy nocivo para la humanidad.
La financiación estadounidense a Al Qaeda fue mencionada por
la actual candidata presidencial demócrata Hillary Clinton en una entrevista
que le realizaron hace algunos años, al momento en que se dispuso a explicarle
a la comunicadora sobre la situación de los grupos extremistas en cercano
oriente.
Pero una vez “liberado” Afganistán de los soviéticos,
Estados Unidos no cesó en su actitud de árbitro del mundo, y permaneció con
fuertes intereses en la zona. Esto último quedó en claro durante nuestros
tiempos, ya que asistimos a permanentes intromisiones norteamericanas en una
zona ya de por sí conflictiva.
En este pasaje, realizaremos un viaje en el tiempo para
situarnos en el año 2010, comienzo de la Primavera Árabe. Es en ese contexto
que la OTAN toma la resolución de atacar Libia, país presidido por el
extravagante dictador totalitario Muamar Khadafi.
Cuando hablamos de Khadafi, nos referimos a un gobernante
que llevaba 42 años en el poder al
momento en que fue asesinado un 20 de octubre de 2011, en manos de rebeldes
sostenidos fundamentalmente por la alianza internacional encabezada por Estados
Unidos.
Si bien la muerte de Khadafi significó la caída de un
gobierno caracterizado por la violación permanente de los derechos humanos,
también abrió el juego a una inestabilidad que se mantiene hasta el día de la
fecha. Hoy en día, la ciudad donde el dictador residía se encuentra con una
fuerte presencia del Estado Islámico, que intenta aprovechar la caótica
situación en el lugar de la misma manera en que aprovechó los graves conflictos
en Siria, donde Barack Obama y Vladimir Putin se disputan el control del país,
hoy en manos del también dictador Bassar Al Assad.
El anteriormente mencionado Barack Hussein Obama fue quien
declaró hace poco días a la prensa que su peor error al mando del Ejecutivo fue
no pensar en “el día después” de la intervención de la OTAN en Libia. Sin
embargo, no pareciera el máximo mandatario de los EE.UU. tener una postura
distinta ante los graves sucesos que están aconteciendo en una Siria destruida
y ultra-dividida.
En cuanto a la nación que tiene a Damasco como su capital,
podemos decir que tiene como mandamás a otro gobernante apuntado como violador
serial de los derechos humanos. De hecho, el gobierno sirio ha sido acusado
recientemente de utilizar gases químicos contra poblaciones civiles, además de
haber llevado a cabo matanzas a diestra y siniestra.
Pero más allá de los crueles actos llevados a cabo por Bassar Al Assad, Siria se encuentra inmersa en una coyuntura mucho más compleja que está signada por las disputas de Estados Unidos y Rusia. El país gobernado por Putin, de hecho, tiene una base naval en la nación árabe, conocida como “la Base de Tartul”, la cual se ubica dentro de los territorios aún controlados por el gobierno de la secta alauita, a la cual pertenece el dictador Al Assad.
De esto último se desprende la evidente alianza entre Moscú
y Damasco, la cual permanece como fuerte contrapeso a los intereses de la OTAN
en la región. De los susodichos intereses del imperialismo surge la aparición
de grupos opositores (habitualmente conocidos como “la oposición moderada”,
siendo diferenciada de la “oposición islámica”) financiados por Estados Unidos
y sus aliados, que tienen como objetivo menoscabar el poder del aliado ruso Al
Assad.
En este contexto es que se expande el poderío del Estado
Islámico en el país árabe gobernado por los alauitas, donde controlan vastos
territorios, los cuales tienen capital en Al Raqqa.
Pero Siria y Libia no son los únicos países donde hay
presencia territorial del Estado Islámico, sino que la situación es muy similar
en Irak. Allí, el ISIS controla también vastos terrenos y tiene a Mosul como su
capital en tierras iraquíes.
El contexto que permite la prevalencia del fundamentalismo
islámico en Irak es la caída del gobierno de Saddam Hussein, el dictador Baaz
que invadió Kuwait en sus ansias de poder y terminó sus días ahorcado tras un
juicio llevado a cabo por las autoridades provisionales de su país, todo lo
cual con la anuencia de Estados Unidos.
Esta reducida enumeración de hechos sirve como prefacio para
entender un poco mejor la situación actual por la que pasan miles de refugiados
que buscan escapar de las zonas de guerra para alcanzar la indiferente Europa.
Las personas refugiadas, contrariamente al pensamiento inicial,
no son únicamente cristianas o yazidíes, sino que también hay musulmanes entre
ellas. Estos son principalmente chiítas, pero también podremos encontrar dentro
de las personas perseguidas a muchos sunnitas, que pertenecen a la misma rama
del islam que el ISIS.
El hecho de que el Estado Islámico se proclame como el
principal enemigo de occidente –aun cuando el propio occidente es su creador,
como demostramos anteriormente- ha generado recientemente una ola islamofóbica
en Estados Unidos y Europa, la cual es capitalizada por sectores de la derecha
recalcitrante –valga la ironía- para mostrarse como una opción nacionalista
ante la supuesta amenaza árabe.
Estos sectores que tienen como abanderados a Donald Trump en
Estados Unidos y a Marine Le Pen en Francia son grandes responsables de la
indiferencia de muchísimos ciudadanos europeos ante la crisis humanitaria que
les golpea las puertas. Es así entonces como los refugiados sufren doblemente
por culpa del extremismo islámico: primero, por la persecución en sus lugares
de origen, y luego, por el sentimiento anti-islámico generado por el accionar
de ISIS, que incluye dos atentados resonantes en París, como lo fueron Charlie
Hebdo y la serie de ataques que tuvo como insignia lo sucedido en el teatro Le
Bataclan.
Así las cosas, la situación es más que alarmante y la gente
que añora con ingresar a Europa no parece tener mayores esperanzas, más aún
luego del vergonzoso pacto firmado por la Unión Europea y Turquía, según el
cual la primera le “endosa” al país del presidente Erdogan –sospechado por
financiar al ISIS- a los refugiados que intentan ingresar a los países
occidentales. Luego, Turquía se encarga de devolver a los refugiados a medio
oriente, asegurándoles todos los padecimientos que les sirvieron de motivación
para abandonar sus propias tierras.
En esta coyuntura, las cosas se tornan dramáticas y cada
lágrima se transforma en sangre. Hay chicos que sufren y no pueden ni deben
esperar más. Pero los dirigentes mundiales parecen inmunes a ese dolor: no lo
sienten, no les llega, no les duele. Evidentemente no les genera nada ver a un
nene con su muñeco de felpa esperando por una vida digna en su absoluta
inocencia.
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