Entre
el cielo y el infierno
Europa
es sin duda para el resto del planeta el símbolo del primer mundo, de la civilización,
de la sociedad a la que deberíamos imitar. Por otra parte, el Medio Oriente es
sinónimo de guerra y destrucción; el polvorín del planeta, un lugar que nos es
imposible imaginar en paz y armonía. Lo único que separa a ambos, es el Mar
Mediterráneo, testigo de cosas maravillosas, como el nacimiento de la
democracia, y de sucesos horrorosos, como la aniquilación de poblaciones
enteras. En una orilla, el cielo, y en la otra, el infierno. Este lugar tan
particular es el epicentro de nuestro relato, que comienza en una pequeña
nación escasamente poblada y cuyo territorio es, a excepción de un fértil
litoral, un desierto desolador, pero que encierra un valor estratégico
incalculable.
¿Por
qué Siria, qué importancia tiene?
En
la Antigüedad, Siria era por donde debían pasar las mercancías y productos de
Oriente para llegar a Europa, funcionando como la puerta de Asia hacia el Mar
Mediterráneo. Con el pasar de los años su importancia fue decayendo a la par
del comercio mediterráneo, pero resurgió con el descubrimiento de petróleo en
la región, sobre todos en los grandes yacimientos del Golfo Pérsico.
Para
que el crudo pueda llegar a manos occidentales, al terminar la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945) se diseñó un oleoducto que atravesaría todo el desierto sirio-árabe
hasta llegar al Mediterráneo, donde el producto sería embarcado hacia Estados
Unidos. Sin el ducto, el petróleo debía rodear en barco la península Arábiga
hasta poder cruzar hacia el Mediterráneo por el Canal de Suez, lo que hacía su
traslado largo y costoso.
Para
poder llevar a cabo el proyecto, Estados Unidos necesitaba la autorización del
gobierno de Siria, una nación que recién comenzaba a disfrutar su
independencia. Cuando el presidente se negó, los norteamericanos decidieron
apoyar un golpe de Estado llevado a cabo por una facción opositora del Ejército
(¿les suena familiar?), que terminó con la joven democracia siria. El nuevo
régimen no tardó en aprobar la construcción del oleoducto.
Esto
inauguró décadas de pujas entre Estados Unidos y la Unión Soviética por
controlar el país. El fin de la Guerra Fría no alteró demasiado el escenario,
ya que la U.R.S.S. sólo fue reemplazada por la Federación Rusa, que continuó
disputándose con los norteamericanos quién influenciaría más la política siria.
¿Por
qué ahora y no antes?
En
2010 comenzó un fenómeno conocido como la Primavera Árabe. ¿Cómo surgió esto?
Para ese año la mayoría de los países árabes estaban gobernados o bien por
dictadores con décadas en el poder o bien por monarquías absolutas. En Túnez,
donde el presidente ocupaba su cargo desde hace 23 años, el pueblo comenzó a
manifestarse demandando libertades políticas, comenzando un espiral de
violencia que terminó con la renuncia del mandatario. Los egipcios, cuyo
presidente gobernaba desde hace 30 años, imitaron a los tunecinos, obteniendo a
su vez la huida del dictador. Y así, las diferentes poblaciones de los Estados
del mundo árabe salieron a la calle a pedir democracia.
Durante
30 años Siria había sido gobernada por el mismo hombre, el general Hafez
Al-Assad. Desde la muerte de Hafez en el año 2000, el liderazgo había recaído
en su hijo, Bashar, que continuó con la dictadura familiar. Envalentonados por
lo ocurrido en Túnez y Egipto, los sirios se manifestaron contra su gobierno,
buscando la renuncia de Al-Assad y la convocatoria a elecciones. El presidente
respondió con violencia, enviando al Ejército a reprimir. La violencia fue
escalando hasta que un grupo de partidos opositores se reunieron en el exilio y
decidieron formar un frente antigubernamental y lanzar su propia ofensiva
militar.
Así
empezó la Guerra Civil Siria.
¿República
democrática… o Estado Islámico?
Cuando
la oposición siria armó su frente militar, no le negó la entrada a nadie,
porque el objetivo era sumar la mayor cantidad de fuerzas posibles para hacerle
frente al gobierno. Entre todos los que lo integraron se podían diferenciar
tres grupos. Uno lo formaban personas que buscaban derrocar al presidente y
crear una república con elecciones no fraudulentas y libertades políticas, como
las del mundo occidental. En otro, se juntaron todas las minorías reprimidas
por Al-Assad, como los kurdos, por ejemplo, que querían obtener
autodeterminación. Y el último de ellos lo integraban bandas de combatientes
que querían terminar con el régimen, no para volver al país más democrático,
sino para instaurar una versión retorcida de la ley islámica (que en algunos
lados la van a ver nombrada como “Sharia”). Dentro de este conjunto se
destacaban dos agrupaciones en particular, cercanas a Al-Qaeda, la organización
terrorista de Osama bin Laden (no indagamos más sobre ella en este artículo
para no desviarnos del tema, en otro artículo nos centramos más en ella). Una
de ellas, que pocos aquí escucharon nombrar y actualmente se dedica a aterrorizar
Líbano, era el Frente Al-Nusra, y la otra, la que acapara todas las tapas de
los diarios, era una milicia que había surgido con la invasión estadounidense
contra el dictador iraquí Saddam Hussein, llamada “el Estado Islámico de Irak”.
Al introducirse en el conflicto sirio, ésta última decidió cambiar su nombre, y
pasó a ser conocida como el “Estado Islámico de Irak y el Levante”, o de “Irak
y Siria”. De su traducción al inglés surgieron las siglas ISIS, la principal
denominación que la gente usa cuando se refiere a ella.
Al
principio todo era color de rosas entre los rebeldes, pero con el correr del
tiempo las diferencias entre los “moderados” y los más radicales comenzaron a
acentuarse. Los primeros querían crear una imagen positiva en Occidente para
recibir apoyo para su lucha, pero las noticias de secuestros, torturas y
asesinatos perpetrados por sus no tan moderados camaradas echaban por tierra
este plan. Además, dentro de los mismos radicales empezaron a aparecer fisuras,
cuando los muchachos del ISIS se cansaron de recibir órdenes de Al-Qaeda.
Entonces, a los 3 años de iniciados los combates, estalló una guerra civil
dentro de la Guerra Civil, que enfrentó al ISIS contra los “moderados” contra
el Frente Al-Nusra, todavía leal a su organización madre. De estos
enfrentamientos salió mejor parado el ISIS, que acaparó la mayoría de los
territorios perdidos por el gobierno, que se preparaba para dar el salto de
calidad.
¿Qué
hacía el resto del mundo mientras ocurría esto?
Antes
de responder esta pregunta, debemos hablar un poco sobre el mundo en sí.
Durante la Guerra Fría, se decía que era “bipolar”, osea, que tenía dos polos,
dos posiciones opuestas, en las cuales los países podían alinearse. Una era el
capitalismo, con Estados Unidos como líder indiscutible, y otra el comunismo,
caracterizado por la Unión Soviética. Al desaparecer la URSS, se empezó a
difundir la idea de que ya no había dos polos, sino muchos, como la recién
formada Unión Europea, o Japón. Falso. El mundo continuó siendo bipolar; la única
diferencia fue que las posiciones se habían modificado levemente. Uno de los
bandos siguió siendo el que lideraba Estados Unidos, con la Comunidad Europea
como aliado principal, y el otro, ahora lo encabezaban Rusia y China, y se
caracterizaba por defender una especie de “capitalismo de amigos”, con más
intervención por parte del Estado en la economía.
Ahora
que ya tenemos en claro cómo se divide el mundo, podemos entender por qué hubo
respuestas diferentes a la crisis en Siria. El gobierno de Al-Assad pertenecía
al segundo bando -Rusia incluso posee una base militar en el país- , por lo que
no tardó en recibir apoyo ruso para eliminar a la oposición. Por otra parte,
los países occidentales, que venían esperando la oportunidad de desplazar al
presidente del poder y establecer un gobierno afín, se pusieron automáticamente
del lado de los rebeldes. Los noticieros hablaban de los combatientes sirios
como paladines de la libertad y la democracia, y demonizaban la figura del
dictador; y cada vez que en los medios aparecía un video de algún rebelde
ejecutando prisioneros o mutilando cuerpos sin vida (propios de los grupos más
radicales, de los que ya hablamos), decían que no podía “meterse a todos en la
misma bolsa”, que la existencia de “un puñado de inadaptados” no quería decir
que todos los de la oposición eran de esa manera.
Los
países occidentales comenzaron a enviar clandestinamente materiales militares a
los rebeldes, (parte de los cuales terminarían en manos del ISIS, ya que
todavía no se había producido la ruptura con el resto de las agrupaciones),
mientras que Rusia hacía lo mismo con el gobierno.
Sumado
a esto, existe una división propia en el Islam. Por una cuestión que se remonta
a la sucesión del profeta Mahoma, y que no viene al caso, los musulmanes se
diferencian en chiitas o sunitas. Por ende, los países en los que predomina
esta religión también se encolumnan en una u otra postura. El que encabeza a
los chiitas es Irán (que por su parte es aliado de Rusia), mientras el que
lidera a los sunitas es Arabia Saudita (aliado de Estados Unidos). El régimen
sirio pertenece al grupo iraní, por lo que los saudíes y el resto de los
sunitas decidieron, al igual que Occidente, apoyar a los rebeldes.
En
resumen, mientras en Siria se desarrollaba una carnicería sin precedentes, el
resto de los gobiernos estaba especulando sobre cómo colocar sus fichas en el
tablero de la geopolítica mundial, cuando recibieron una noticia inesperada que
haría replantearse la estrategia que habían tomado.
Lo
que nadie esperaba: la guerra se traslada a Irak
Un
día el mundo se despertó con la noticia de que la segunda ciudad más importante
de Irak, Mosul, había sido tomada. ¿No se suponía que la guerra en ese país ya
había terminado? Saddam Hussein estaba muerto, las tropas estadounidenses se
habían retirado hace años, y la selección local buscaba contratar a Maradona
como DT para que los clasifique al próximo mundial… entonces, ¿de qué nos
perdimos?
Irak
había atravesado más de 20 años de dictadura, una guerra con Irán, la Guerra
del Golfo, diez años de bloque económico, otra guerra y otros diez años de
ocupación militar estadounidense. Pensar que la situación se estabilizaría de
un día para el otro no tenía sentido. Cuando los norteamericanos abandonaron el
país, ya no había nadie para luchar contra el crisol de grupos paramilitares
que se habían formado durante la ocupación, por lo que la cosa se volvió
anárquica.
Además, el factor religioso estaba siempre
presente para empeorar todo. Saddam Hussein era sunita y enemigo acérrimo de
Irán, por lo que durante su dictadura la población chiita del país – que
representa la mayoría- fue duramente reprimida. Muerto Saddam, los
norteamericanos decidieron colocar a la cabeza del nuevo gobierno a un chiita.
¿Pero cómo puede ser?, ¿los chiitas no estaban encabezados por Irán, que era
del bando ruso?, ¿por qué Estados Unidos, que estaba aliado a los sunitas,
pondría a un chiita en el poder? Parece confuso porque de hecho lo es. Ni siquiera
Arabia Saudita comprendió la decisión de los norteamericanos, que probaría ser
desastrosa. La población sunita temió represalias, por lo que apoyó a las
milicias que luchaban contra el gobierno, entre ellas el ISIS, lo que les
permitió tomar Mosul, dejando en su poder gran cantidad de reservas
petrolíferas. La situación, ya de por sí complicada, acababa de complicarse aún
más.
¿Y
ahora qué hacemos?
Después
de tomar Mosul, el ISIS vio su oportunidad de demostrar que lo suyo iba en
serio. El líder de la banda se proclamó “califa del Estado Islámico”, demandando
la adhesión de todos los musulmanes del mundo y advirtiendo el comienzo de una
ofensiva para conquistar todo el Mediterráneo, empezando por la capital iraquí,
Bagdad.
Estados
Unidos y sus aliados debieron replantearse su actitud frente a la crisis. De ninguna
manera iban a apoyar al régimen de Al-Assad, pero tampoco se podían dar el lujo
de permitir que tomen Bagdad y el gobierno que tanto se habían esforzado en
colocar sea depuesto. A todo esto, el dictador sirio se encontraba en su salsa,
ya que conseguiría que la imagen internacional de los rebeldes se desplome.
Tomando en cuenta todo lo antes dicho, los países occidentales y sus aliados
sunitas decidieron formar una coalición para luchar contra el ISIS, sin por eso
apoyar al régimen sirio. Pero tampoco estaban dispuestos a enviar tropas a la
región, y los ataques aéreos no bastarían para detenerlos, por lo que
comenzaron a enviar apoyo material a los kurdos. ¿Por qué enviársela a ellos? Descartado el gobierno, podían
dársela a los “moderados”, pero ya no contaban con la fuerza necesaria para
hacerle frente al ISIS. Por otra parte, a los kurdos, que lideraban el grupo de
la oposición formado por las minorías, les había ido mucho mejor, llegando a
establecer su propio enclave independiente. Pero el apoyo a los kurdos no iba a
ser acatado por todos los miembros de la coalición.
El
papel de Turquía en la crisis
Turquía
posee territorio tanto en Europa como en Medio Oriente, lo que le permite
cumplir un rol diferente al resto de los países de la región. Miembro de la
OTAN, la organización militar del bloque estadounidense, y enemigo de Al-Assad,
se acusó al gobierno turco de permitir que a través de sus fronteras circulen
recursos tanto materiales como humanos para los rebeldes. Cuando el ISIS
comenzó su carrera como solista, Turquía se unió a la coalición internacional.
Pero cuando se decidió apoyar a los kurdos, ésta no acompañó la iniciativa.
¿Por qué?
Debemos
hablar más sobre los kurdos. Ellos son un pueblo que se reparte entre Irán,
Irak, Siria y Turquía. Durante el siglo XX, en estos países el movimiento
independentista kurdo tomó forma de una guerra de guerrilla. En Turquía
particularmente, luego de décadas de lucha, se había llegado finalmente a una
tregua, luego de la cual las milicias cruzaron la frontera hacia Irak y Siria,
donde lograron hacerse fuertes. Esto alertó al gobierno turco, ya que, si se
conformaba un Estado kurdo con territorio de dichos países, no tardarían en
reclamarle parte del suyo. Entonces, en paralelo con una creciente escalada de
violencia local y la ruptura de la tregua, y pese a tener al régimen de
Al-Assad como enemigo común, Turquía atacó posiciones de los kurdos,
demostrando una vez más que en la crisis siria, cada país juega su propio
juego, sin importarle la pérdida de vidas humanas.
Mientras
tanto, entre los escombros
Entre
el fuego cruzado entre el gobierno, los “moderados”, los kurdos, el ISIS, la
coalición, los radicales y Turquía, se encuentra el pueblo sirio. Antes de la
guerra, la se contaban unos 17 millones de habitantes. Más de 9 millones fueron
desplazados por los conflictos, y de todos ellos, 4 millones se encuentran como
refugiados, lo que sería un cuarto de la población total del país. Los que
toman la decisión de irse, atraviesan Turquía y el Mar Egeo para llegar a
Grecia, desde donde cruzan una multitud de Estados europeos, como Macedonia o
Serbia, para llegar al destino final, que en la mayoría de los casos es
Alemania.
Muchos
países vallaron sus fronteras; otros practican deportaciones masivas; otros tienen
actitudes más benévolas, pero ninguno de ellos desea ayudar a esta gente. Los
ciudadanos los ven con resentimiento, ya que, en momento de crisis económica,
dinero sacado de los contribuyentes debe destinarse a su atención y cuidados.
Así es entonces como los mismos responsables de la crisis buscan lavarse las
manos y desentenderse de ella; pactando con Turquía el inicio de grandes
deportaciones, u ordenando al gobierno griego, uno de los más castigados por
las políticas europeas, de ignorar a toda la gente que se llega a sus costas y
blindarlas.
Pero
Siria es sólo el lugar más moderno desde dónde provienen. Muchísimos llegan
desde países africanos desgarrados por conflictos étnicos y guerras civiles.
Este dato nos obliga a preguntarnos por qué recién ahora esta crisis tomó la
magnitud que tiene actualmente, y eso nos lleva devuelta años atrás a los
sucesos de la Primavera Árabe, pero esta vez no en Siria, sino en una nación
del otro lado del Mediterráneo.
Gaddafi,
¿si antes era tan malo, por qué ahora lo extrañan tanto?
Libia,
que está increíblemente cerca de Italia, estuvo gobernada las últimas cuatro
décadas por Muammar Gaddafi. Gaddafi destacaba del resto de los dictadores de
la región por varias cualidades, entre las cuales se destaca un gran pragmatismo.
En pos de mantenerse en el poder pasó de integrar el bloque soviético con una
versión propia de socialismo, a
acercarse al movimiento nacionalista árabe que surgió para enfrentar la
influencia estadounidense en la región, a apoyar otros regímenes totalitarios
en África. Tras el fin de la Guerra Fría, decidió hacer las paces con
Occidente, tratando de conseguir que éste no se opusiese a sus intentos de
liderar una confederación de Estados africanos. En sus últimos años como
gobernante, había pactado con la Unión Europea, a cambio de ayudas económicas,
impedir el paso del torrente de refugiados provenientes del resto de África con
rumbo a Europa.
Al
estallar la Primavera Árabe, el pueblo libio se sublevó contra Gaddafi e inició
una guerra civil que culminó meses después con la captura y el asesinato del
líder por parte de los rebeldes. La rapidez con la que el régimen cayó se debió
a que la OTAN, en busca de reemplazar al impredecible dictador por un gobierno
afín más maleable, bombardeó posiciones gubernamentales. A diferencia de Siria,
Libia no estada alineada con Rusia, por lo que el gobierno ruso, junto con
China, votó a favor de un embargo en el marco del Consejo de Seguridad de la
ONU, y no tardó en reconocer al comando rebelde como el legítimo representante
del pueblo libio. Pero Occidente acababa de cometer un error garrafal, y no
tardaría en averiguarlo.
En
el gobierno provisional libio rápidamente se distinguieron dos posturas
antagónicas. Una la representaban los partidarios de instalar una república
democrática, mientras que los miembros de la segunda buscaban que se
implementasen criterios de la ley
islámica en el nuevo Estado. Los islamistas consiguieron la mayoría en el
parlamento provisional, pero al acercarse la fecha para renovarlo, decidieron
extender su mandato. Para que se lleven a cabo los comicios, un general de la
facción democrática lanzó un operativo militar que obligó a los islamistas a
convocar los comicios, donde triunfaron los democráticos. Los islamistas
desconocieron los resultados y lanzaron su propia operación militar, con la
cual lograron el control de la capital, Trípoli, mientras los democráticos se
replegaron a la ciudad de Tobruk, de gran importancia por sus recursos
petrolíferos. Así se inició una nueva guerra civil, que sumió al país en la
anarquía.
La
desaparición de Gaddafi y el caos que le siguió permitieron la reanudación del
tráfico de refugiados desde África hacia las costas italianas. Para empeorar
las cosas, aprovechando la situación, grupos radicales se instalaron en Libia
para hacer de las suyas. El ISIS mismo usa el territorio libio para lanzar
ataques a otros países de la región, como Egipto y Túnez, y como plataforma
para sus acciones terroristas contra Europa (retomamos este tema en los
artículos que tratan de terrorismo).
Terrorismo
¿islámico?
Dejemos
en claro qué sería el terrorismo “islámico”. El terrorismo es infundir terror
en la población, con el objetivo de ejercer sobre ella cierta dominación.
Alguien que te tiene miedo, te va a obedecer, o por lo menos, no te va a
contradecir. Ahora, ¿qué diferencia al “islámico” del resto de los
terrorismos?, si es que hay diferentes clases, y ¿por qué lo escribimos con
comillas? Vendría a ser el que es ejercido para conseguir que la gente se
adhiera a la doctrina del Islam, pero eso no es del todo cierto. Lo que buscan
los terroristas “islámicos” no es que la población se adhiera su religión, sino
que lo haga a SU interpretación de la misma, a eso se debe el uso de comillas.
La vertiente más común entre ellos es el salafismo (algunas veces confundido
con el wahabismo, otra postura que, aunque tiene puntos en común, no es
exactamente igual).
Los
salafistas son un grupo ultra conservador de la rama sunita, que busca volver
al Islam “original” de Mahoma y sus seguidores. Como todo movimiento
fundamentalista, tiene una interpretación intransigente de la religión. En todo
el mundo, son millones los musulmanes que adhieren al salafismo, y una muy
pequeña porción de ellos sostiene que la manera de extender su creencia es la
violencia, para lo cual recurren a las técnicas terroristas.
El
grupo más célebre es sin lugar a dudas Al-Qaeda, liderado por Osama bin Laden,
a quien se le atribuye el ataque a las Torres Gemelas. Éste se formó durante la
invasión soviética a Afganistán en la década de los 80´, cuando combatientes
fundamentalistas de todo el mundo llegaron al país para evitar el triunfo del
comunismo, que promovía el ateísmo. Dicho conflicto se toma como el origen del
terrorismo “islámico” moderno. A partir de ese momento, el mismo comenzó a
expandirse, apareciendo células salafistas en todos los rincones del planeta,
desde Chechenia y Medio Oriente hasta Filipinas y el sudeste asiático.
La
ignorancia de los países occidentales, surgida de su indiferencia a todo lo que
es ajeno a su hemisferio, llevó a creer al común de la gente que todos los que
siguen el Islam son fundamentalistas. Así, en Europa y Estados Unidos, en lugar
de incluirlos e inculcarles un sentido de identidad nacional, los musulmanes
fueron excluidos de los circuitos sociales, formando sociedades paralelas, y
creando un profundo sentimiento de resentimiento hacia sus patrias adoptivas.
Esto se convirtió en la cantera ideal de donde los fundamentalistas obtenían
nuevos reclutas para engrosar sus filas. Los prejuicios existentes provocan
también que diferentes políticos en Occidente lancen propuestas a una población
aterrorizada para darle un marco legal a esta discriminación, como prohibir el
ingreso de musulmanes al país, o restablecer la pena de muerte.
El
ISIS y la difusión de los prejuicios
Luego
de recibir duros reveses por parte de la coalición internacional, el ISIS se
dio cuenta que no lograría sus objetivos con las mayores potencias del mundo en
su contra, por lo que decidió extorsionarlas para que abandonen el conflicto.
Primero lo intentó amenazando con ejecutar prisioneros occidentales si los
ataques no cesaban, recibiendo indiferencia como respuesta. Al concretar dichas
amenazas, filmando decapitaciones de rehenes estadounidenses y subiéndolas a
Internet, sólo consiguieron que los bombardeos recrudeciesen.
Frente
a esto, decidieron llevar la guerra hacia los países mismos de la coalición.
Esto hubiese sido imposible hace un par de décadas, pero en la era actual, en
que las distancias están más acortadas que nunca, no lo es.
Es
más, dada la gran cantidad de musulmanes excluidos y llenos de odio que vivían
en las naciones que integraban la coalición, parecía más fácil que nunca. Así
fue como comenzaron a sucederse atentados en Francia, Arabia Saudita, Canadá y
Bélgica, mientras tantos otros eran frustrados por los servicios de seguridad
en Italia, Australia, Inglaterra y Alemania. Entre las mayores “hazañas”
perpetradas por los terroristas, se encuentran haber derribado un avión de
pasajeros rusos, e incluso haber amenazado de muerte al Papa Francisco.
Esto
provocó, sumado a las declaraciones por parte del ISIS que decían que
infiltrarían combatientes suyos entre las multitudes de inmigrantes
provenientes de Libia para ingresar al continente, que se vuelva todavía más
hostil la actitud de los países europeos frente a los refugiados, en muchos
lados vistos como terroristas potenciales. Una vez más, el miedo y los
prejuicios triunfaban por sobre la misericordia y la razón.