lunes, 25 de abril de 2016

España y el “problema” de la legislatura plural. Por Ezequiel Volpe

Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 dejaron a España en una situación que nunca antes había conocido de forma tan clara: por primera vez, la polarización del poder en manos del PP y del PSOE no es absoluta, sino que aparecieron nuevos movimientos que pusieron en jaque ese dominio que parecía perenne. La coyuntura política no es la misma que venía siendo desde los tiempos posteriores a la muerte del nefasto Francisco Franco, y así las cosas, ponerse de acuerdo parece una quimera.

Indignados. Esa palabra dio la vuelta al mundo de habla hispana luego de las manifestaciones del 15 de mayo de 2011 en España. En aquel momento, un grupo de personas decidió alzar la voz contra la rancia hegemonía bipartidista y la situación de un país controlado por la corrupta casta dirigencial y las corporaciones. 
Ese movimiento fue el que puso en jaque, sin que quede del todo evidenciado en aquel entonces, el esquema político que hasta ese momento había estado vigente en el país ibérico.

La conjunción de un pueblo agotado y de un grupo de dirigentes jóvenes dio nacimiento a lo que terminaría siendo una elección histórica que dejaría a España inmersa en un nuevo mapa, uno que nunca había terminado de conocer, al menos en términos de poder político: el de la pluralidad.

Ahora, los partidos preponderantes ya no son dos, sino que pasan a ser cuatro. A los mencionados y cuestionados PP y PSOE, se suman ahora Podemos y Ciudadanos. Estos dos partidos, sin dudas tienen origen en el movimiento popular de aquel ya lejano 2011. Este movimiento derivó hacia dos puntos bastante distantes del espectro: uno hacia la centro-izquierda y otro hacia la centro-derecha.

Dentro de lo que podemos llamar la “centro-izquierda”, apareció el movimiento liderado por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, el ya famoso Podemos. Y dentro de lo que me atrevo a denominar la “centro-derecha” apreciamos la irrupción del movimiento liderado por Albert Sánchez (oriundo de Catalunya), el también muy renombrado Ciudadanos.

Es dable mencionar que ambos, desde sus diferentes posiciones, centraron sus discursos en el ataque a la corrupción, más allá de que eso –en muchísimos casos- no haya sido llevado a la práctica. Es posible apreciar la gran congruencia que tiene la retórica llevada a cabo por ambos movimientos con respecto al origen de ellos. Si el nacimiento aparece con los indignados, no carece de lógica apuntar el discurso hacia allí.

Hecho este breve introito que busca generar conocimiento de cómo se llegó a la situación actual, podemos decir que en estos momentos el Congreso de los Diputados de España se encuentra compuesto por 123 diputados del PP, 90 del PSOE, 42 de Podemos y 40 de Ciudadanos, además de tener el partido de Pablo Iglesias diputados provenientes de diferentes confluencias, como “En Comú Podem”, que es un desprendimiento del partido morado proveniente de Catalunya.

Si bien se puede ver que sigue habiendo una fuerte preponderancia del PP y del PSOE en la composición de la cámara que elige al Presidente del Gobierno (a continuación se explicará esto), no caben dudas de que el hemiciclo ya no tiene una polarización absoluta, y a eso se debe que, casi cinco meses después de los comicios, España permanezca sin un Presidente elegido por la elección popular que tuvo lugar el año pasado.

Ahora, ¿por qué España tuvo elecciones, ganó un partido, y pasados varios meses sigue sin gobierno? Para eso, pasaremos a explicar brevemente la constitución política del país ibérico.

España es una monarquía constitucional, por lo cual la jefatura de Estado sigue estando en manos de un rey (sí, increíblemente en el Siglo XXI los españoles siguen representados por un monarca) que actualmente es Felipe VI. 
Entonces, ¿qué vota el pueblo español? Los españoles votan en elecciones libres diputados y senadores (además de las elecciones autonómicas, que serían algo similar a nuestras elecciones provinciales). La Cámara de Diputados es la que tendrá en sus manos, ya armada conforme a la voluntad popular, la designación del Presidente del Gobierno.
El Presidente de la Legislatura anterior (la X) a esta ha sido Mariano Rajoy, representante del Partido Popular. En aquella ocasión, fue investido sin mayores inconvenientes debido a que su partido gozó de una cantidad de 185 diputados (contra 110 del PSOE). En tanto, los demás partidos permanecían con una muy baja representación, en contraposición con lo que sucede en la XI Legislatura.

En este contexto de un Congreso ultra-dividido es que los representantes del pueblo español no logran ponerse de acuerdo y por ese motivo aún no han designado un presidente para la legislatura actual.

Si bien hubo varios intentos (por ejemplo, Pedro Sánchez tuvo dos sesiones de investidura, pero en ambas fue rechazado), la situación es más que incierta, ya que los meses pasan y el camino parece ser el de la realización de nuevos comicios.

Siendo la coyuntura muy desfavorable para Mariano Rajoy, el mandamás del PP es el único que aún no se ha visto posibilitado de forjar alianzas. Su gobierno y su partido han sido muy denunciados por los innumerables casos de corrupción que han enfrentado durante los últimos años (caso Bárcenas, la detención del ex-vicepresidente Rodrigo Rato, el caso Bankia, los ERE utilizados en detrimento del pueblo trabajador, etc) y en este contexto, se ha alejado durante los últimos meses cualquier chance de aliarse con otro espacio político.

Y aquí viene probablemente lo más curioso: si nos ponemos a pensar en las posiciones dentro del espectro político, se podría pensar que Ciudadanos es lo más cercano al PP. Sin embargo, el partido neoliberal “reformista” liderado por Albert Rivera ha decidido aliarse con el Partido Socialista Obrero Español (otrora “socialista”) apoyando la investidura fallida de Pedro Sánchez en dos oportunidades.
Trazando paralelismos, no resulta una tarea ardua encontrar similitudes entre este pacto y el sellado por la UCR y el PRO en nuestro país, más allá de que estos corrieron suerte dispar. En ambas alianzas, se puede identificar un sector “reformista” neoliberal en alianza con un partido que, en sus orígenes, tenía como discurso la defensa a ultranza del pueblo trabajador.
De esta manera, queda evidenciada de manera comparada la banalización de la política de sendos lados del Océano Atlántico.

Pero al ver que este engendro no funcionaba, ni lerdo ni perezoso el PSOE comenzó a pensar nuevas opciones. Así las cosas, se comenzó a hablar en los medios de un “pacto de izquierdas”, que incluya al partido liderado por Pedro Sánchez, a Podemos, a Izquierda Unida (partido liderado por Pedro Garzón) y a Compromís (sector de centro-izquierda originario de Valencia).
Si bien varios sectores añoraron esta mesa de cuatro integrantes, la misma nunca fue llevada a cabo y finalmente la idea se diluyó. Sin embargo, estos cuatro sectores no hubieran alcanzado el número necesario para investir a un presidente. Para lograrlo, hubieran necesitado que Ciudadanos (recordemos, partido neoliberal de centro-derecha) permanezca dentro del pacto llevado adelante meses antes con la dirigencia del PSOE.
¿Y cuál fue la respuesta de Ciudadanos? Albert Rivera inmediatamente declaró que de ninguna manera compartiría gobierno con un partido como Podemos, debido a los estrechos lazos existentes entre el movimiento de Pablo Iglesias y el chavismo ahora devenido en “madurismo”. Esto último es fácilmente verificable, ya que Íñigo Errejón (número 2 de Iglesias) se ha dejado oír vociferando el slogan “Chávez vive”. Y en el contexto de carestía absoluta que vive el pueblo trabajador venezolano en estos días, no es bien visto por muchos españoles que los “morados” permanezcan cercanos al régimen de Maduro.

En este mar más que revuelto, las diferencias parecen insalvables. Las alianzas que podrían posibilitar una investidura están muy lejos de concretarse, y los principales partidos políticos de España ya piensan unívocamente en la campaña a llevar a cabo para unas segundas elecciones que deberán ser convocadas por el Rey en caso de que se confirme la falta de acuerdo.

En este contexto, ya se habla de una alianza entre Podemos e Izquierda Unida para estos segundos comicios que se llevarían a cabo, a priori, el 26 de junio del corriente. Y si bien esta idea aún no está del todo elaborada, parecería loable debido a que algunas encuestas ponen a la posible coalición mencionada en segundo lugar con vistas a una probable “segunda vuelta” electoral.

Sin embargo, Felipe VI está decidido a lograr evitar la realización de nuevos comicios con una nueva ronda de consultas. Es menester mencionar que la tarea del monarca (cuya hermana está siendo investigada por una causa de corrupción denominada “caso Noos”) no será para nada sencilla, debido a los motivos expuestos precedentemente.

Los días siguen corriendo y los acuerdos parecen cada vez más alejados. Y el escenario más complejo para España aparece a la hora de pensar en un país ultra-dividido tanto política como socialmente. La batalla entre los sectores más cercanos a la troika y los que quieren dar un verdadero cambio de rumbo no será sencilla y alejará las posibilidades de la formación de un gobierno con alto apoyo popular.

Si bien es un motivo de algarabía que haya un gran sector del pueblo español que busca recuperar su dignidad retomando la participación política y defendiendo sus derechos, hasta ahora los líderes de los principales partidos no dan muestras de ser tan distintos a lo hasta ahora conocido.

Desde este humilde espacio, creo que el mayor desafío que enfrenta la gente de España es que la ola que dio origen al movimiento de los indignados no quede truncada por nuevas decepciones. Dependerá de todos los ciudadanos del país ibérico defender su esperanzadora posición ante los intentos de hegemonía de la banalidad política reinante.



No hay comentarios:

Publicar un comentario