sábado, 2 de julio de 2016

Llegó el invierno - Por Sebastián Rusalen.

Cuando veíamos por televisión desde Occidente los sucesos de la Primavera árabe pensamos que una nueva vida les llegaría a esas personas que habían sufrido décadas de dictadura y opresión. Cómo nos equivocamos. A una ola de protestas populares coloridas y llenas de vida como la primavera, le siguieron violentos conflictos intensos como el verano, y luego los sueños de un futuro fueron desapareciendo como las hojas en los árboles del otoño, para llegar a un período donde se hace lo imposible para sobrevivir, como el crudo invierno.
El concepto de “Invierno árabe” fue creado por académicos para señalar lo que vino después de los sucesos de la Primavera árabe, pero… ¿Qué vino después?

En Egipto, tras el derrocamiento del dictador, se convocaron elecciones, que le dieron la presidencia a una facción islamista. Con el pasar de los meses, el nuevo mandatario comenzó a atribuirse poderes que no le correspondían con el fin de ajustar la constitución a la ley islámica. Protestas a favor y en contra estallaron, con muertos y heridos incluidos. Todo parecía haber vuelto al principio: el pueblo se manifestaba en contra de un gobernante autoritario. Pero la cosa estaba por empeorar. Cuando el resto del mundo veía el inminente inicio de una nueva guerra civil en Medio Oriente, los militares derrocaron al mandatario y dieron la investidura al presidente de la Corte Suprema de Justicia para que llame a elecciones, en las que curiosamente triunfó el general que lideró el golpe con más del 90% de los votos. Para ensombrecer más aún el panorama, grupos adeptos al Estado Islámico y a Al-Qaeda comenzaron a operar en el oeste del país.

En Túnez, luego de que el pueblo obligue al dictador a renunciar, y haga lo mismo con el gobierno provisional que vino después, cuyo objetivo era básicamente continuar con el régimen con un liderazgo distinto, se invistió a un nuevo presidente democráticamente. Éste, increíblemente, terminó su mandato, y la magistratura pasó a otra persona sin golpes de por medio. Cuando estábamos por descorchar el champagne, recibimos noticias aterradoras. Túnez comenzaba a ser blanco de atentados del Estado Islámico. Para este pequeño país uno de los pilares de la Economía es el turismo. El dinero que dejan los extranjeros al bañarse en sus playas, visitar las ruinas de Cartago o pasear por la capital es un ingreso importante para el Estado. El miedo que provocaron los atentados perpetuados causó que las empresas de cruceros del Mediterráneo que antes tenían a Túnez incluido en su recorrido, lo reemplacen por otros destinos más seguros. Occidente, en vez de ayudar, nuevamente abandona a su suerte a las naciones más débiles, con plena conciencia de sus actos. Con la disminución del turismo, va a entrar menos dinero al país, lo que va a golpear de lleno con la calidad de vida de sus habitantes. Si la pobreza y la exclusión se multiplican, se creará un semillero donde los grupos como el Estado Islámico van a reclutar combatientes, entrando en un círculo vicioso de muerte y destrucción.
Como lo dice su nombre, la Primavera Árabe surgió en los países cuya población pertenecía al grupo étnico de los árabes. Pero muchos de estos Estados eran cercanos a otros que, aunque musulmanes, no eran habitados por árabes. Un ejemplo de ellos es la República de Malí.

Malí es una ex colonia francesa cuyas fronteras, al igual que el resto de los países del continente, fueron trazadas a ojo por los europeos, sin tener en cuenta diferencias culturales ni de ninguna índole. El 90% de la población es musulmana, pero su población no es igual de homogénea si hablamos de las etnias que la componen. El país está lleno de minorías, entre ellas la de los tuareg. Los tuareg son un pueblo nómade que habita el norte desértico de Malí, conocidos por vestirse de azul y luchar contra Jean Claude Van Damme en la película “Legionario”. Oponiéndose constantemente a la dominación colonial francesa, éstos esperaron que, al retirarse los europeos, se les permitiese formar un Estado nacional junto con otros grupos de la región. Luego que Malí se volviese un país independiente y el sueño independentista no se concretase, estos protagonizaron sucesivos alzamientos en busca de autonomía. Después del desmadre que significó la muerte de Gaddafi en Libia (tema del que hablamos en el artículo sobre los refugiados), una gran cantidad de armamento comenzó a circular por la región, llegando a manos de los tuareg, que proclamaron su propio Estado independiente. Como pasó en Siria, a los grupos que luchaban por la liberación política se sumaron otros que querían imponer un Estado islámico, y éstos terminaron desplazando a los independentistas tuareg e imponiendo la ley islámica en las tierras controladas. Además, en el medio del conflicto, el gobierno maliense fue derrocado por militares. ¿Y el resto del mundo qué hacía a todo esto? Los países vecinos en primer lugar amenazaron a los golpistas con un bloqueo económico, lo que los forzó a llamar elecciones. Una vez que Malí estuvo nuevamente gobernada por un presidente “democrático” (¿qué tan democráticas son unas elecciones donde medio país no vota porque o quiere separase o está luchando o murió?), éstos intervinieron junto con Francia y reconquistaron todas las tierras a los fundamentalistas, que continúan haciendo ataques esporádicos, al igual que los tuareg.

Y así muchos otros países que cometieron el pecado mortal de compartir una frontera con algunas de estas naciones, como Líbano y Argelia, se ven afectados por el terrorismo, el temor a convertirse en una base de operaciones del Estado islámico, los brotes de fundamentalismo, la falta de un gobierno central fuerte y el aluvión de refugiados. Todo mientras los países occidentales se tornan cada vez más aislacionistas, con políticos que quieren restringir la entrada de personas a sus fronteras ya sea con una visa o con un muro. Y todo esto por la Primavera árabe. Tal vez esto nos ayude a aprender que no todo cambio, por más risueño y bienintencionado que parezca, no siempre es para mejor. Que siempre, por mal que estemos, podemos estar peor.

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