viernes, 10 de noviembre de 2017

Catalunya: es hora de la Tercera República.

Estamos viviendo días muy importantes en lo que respecta a la política española. Catalunya, luego de haber celebrado un referéndum de autodeterminación el día 1º de octubre, ha declarado unilateralmente la independencia en el Parlament.
Los partidos que han apoyado la DUI son los catalanistas, más allá de sus orígenes ideológicos. El procés, y esto se vio reflejado en los sucesos que acontecieron en el Parlament, tiene la peculiaridad de haber unido estratégicamente a sectores muy diferentes del nacionalismo catalán. Así las cosas, en Junts pel Si (Juntos por el Sí, coalición que está el frente del govern), podemos encontrar una diversidad de posturas: tenemos dentro de esta coalición tanto al PDECAT (Partit Demòcrata Europeu Català), partido del catalanismo burgués de donde proviene el President Puigdemont, y también encontramos a un partido que, en lo social, parece estar en sus antípodas, el cual es Esquerra Republicana (Izquierda Republicana).
Así las cosas, nos encontramos con un catalanismo que se encuentra unido en cuanto a la lucha independentista pero dividido en cuanto a posicionamientos respecto a asuntos económico-sociales. Asimismo, dentro del bloque independentista del Parlament, encontramos a la CUP (Candidatura d´Unitat Popular), partido anticapitalista que no forma parte de la coalición Junts pel Si. Entonces, podemos encontrar que, aquello que representa unidad respecto al procés, se puede convertir en una gran discordancia interna a la hora de realizar un proceso constituyente catalán, tal cual lo previó la ley de transitoriedad jurídica anulada por el Constitucional español.

Pero creo que el camino catalanista no es el más feliz de los posibles. Luego de los años de represión brutal y sangrienta de la dictadura fascista franquista y tras un régimen como el del 78 que aseguró la impunidad de los criminales internacionales, Catalunya se ha propuesto buscar la independencia respecto al Reino de España. Sin dudas, en esto tuvo una gran influencia la declaración de inconstitucionalidad de varios artículos del Estatut de Catalunya, que había sido votado por el pueblo catalán, y preveía una relación de mayor autonomía de la comunidad autonómica en cuestión con respecto a España.
Podemos afirmar sin ambages que los sectores monárquicos y conservadores del espectro político español son los grandes responsables de la situación de ruptura en los Països Catalans. Primeramente, nos encontramos con la represión franquista que incluso prohibió la utilización del idioma catalán, una de las seis lenguas neolatinas y que es hermana del español. Luego, de forma más cercana en el tiempo, la invalidación del Estatut por parte del tribunal constitucional español representa un hecho fundamental en la exaltación del nacionalismo catalán.
Ante todo intento de diálogo por parte del catalanismo, ya sea burgués o proletario, la respuesta por parte del Estado español fue la censura de cualquier clase de debate abierto. Esta represión sistemática pasó de ser meramente formal a ser violenta cuando el Govern Català de Puigdemont convocó a un referéndum de autodeterminación el pasado 1º de octubre.

Pero debemos dejar algo en claro: que el procés surja como respuesta a la actitud históricamente fascista del Estado español ante el pueblo catalán no quita que la independencia no es el camino a seguir. La respuesta ante la monarquía rancia (que sirve de sustento al neoliberalismo que ejerce el PP posfranquista desde el gobierno) debe ser la declaración de una República. Pero no una República Catalana, sino la Tercera República Española.
No debemos olvidar que la Segunda República fue derrocada tras una sangrienta guerra civil que siguió al golpe fascista de Franco, vulnerando así la Constitución social de 1931 que fue elegida para la República Española.
Si el catalanismo busca efectivamente la ruptura con el Régimen de impunidad que impera en España desde 1978, el camino no es la balcanización de los diversos pueblos de la Península Ibérica. Más bien, el camino está en la unión de los distintos pueblos que hoy componen el Estado Español, pero no una unidad sellada a fuego por la imposición de una nación sobre las demás. El camino es la declaración de la República Federal y Plurinacional en reemplazo de la monarquía imperante en España que constituye un resabio del medioevo.
En una República Federal y Plurinacional se tendrá el espacio necesario para debatir las prerrogativas de las diferentes naciones integrantes con un gobierno federal que respete la riqueza cultural y lingüística que hace a la Península Ibérica un espacio geográfico tan especial.
Por eso, el llamado debe ser otro. No declarar la independencia de Catalunya, sino llamar a la unidad de todos los pueblos que componen hoy el Estado Español, y reconociendo su plena soberanía, alcanzar un gobierno plural y con una democracia de alta intensidad, diferente a la que impera hoy, donde el Jefe de Estado no es elegido por absolutamente nadie.

Sin embargo, más allá del deseo de que Catalunya permanezca unida a España de un modo democrático, sería contradictorio afirmar lo anterior sin reconocer el legítimo derecho a la autodeterminación del pueblo catalán, con sustento en tratados como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Ya no puede haber dudas. El camino es la unidad plurinacional hacia la reinstauración de la República social derrocada por el golpe fascista.
Es momento de plantear una Catalunya, con la riqueza literaria, lingüística e histórica que la caracteriza, integrada a una España realmente democrática. Y para declarar la Tercera República, Catalunya debe estar también en la lucha. Y fundamentalmente, debe decir presente el pueblo trabajador catalán, ya que no se podrá construir una República caracterizada por los derechos sociales si se imponen los sectores burgueses del catalanismo, cuyos intereses claramente son otros.

-Ezequiel Volpe.



No hay comentarios:

Publicar un comentario